ELIMINAR LOS ÓRGANOS AUTÓNOMOS ¿UN PELIGRO PARA LA DEMOCRACIA?

Francisco Hurtado Delgado

La existencia y creación de los órganos autónomos, surgen como generadores de un nuevo y más sano equilibrio constitucional; el cual constituye el propósito original y también fundamental del principio de división de poderes y fundamento de nuestra democracia, toda vez que al no depender del poder y tratarse de órganos independientes de los ciudadanos, han venido a constituir un equilibrio de los poderes. Cabe entonces preguntarse: Si las características de los órganos autónomos ¿son factor de equilibrio o de oposición ante la división de poderes?

García Máynez define a la autonomía constitucional como la facultad que las organizaciones políticas tienen de darse a sí mismas sus leyes y de actuar de acuerdo con ellas. Básicamente, lo que la autonomía constitucional busca es un equilibrio de poderes y evitar posibles excesos o abusos de poder, bajo el esquema de pesos y contrapesos, pues su objetivo es precisamente una distribución de funciones o competencias para hacer más eficaz el desarrollo de las actividades confiadas al Estado, y que no necesariamente recaen en alguno de los tres poderes tradicionales.

Desde la década de 1990, se crearon en México diversos órganos autónomos de rango constitucional excepto la UNAM que data desde los ochentas y de acuerdo con Miguel Carbonell, los órganos autónomos se distinguen en cuatro características básicas: 1) dichos órganos están creados por la Constitución; 2) poseen atribuciones propias, especificadas en el propio texto constitucional; 3) llevan a cabo funciones esenciales del Estado moderno, y 4) no están adscritos ni subordinados a otro poder del Estado, pero sus actos y resoluciones pueden ser revisados por las instancias judiciales.

Es importante dejar claro que, la autonomía no exime de la fiscalización a los órganos autónomos, deben ser transparentes, abiertos y reitero tienen que ser revisadas en sus finanzas; generalmente los órganos técnicos de control no se guían por intereses partidistas o coyunturales, y para su funcionamiento ideal no sólo deben ser independientes de los poderes tradicionales, sino de los partidos o de otros grupos o factores reales de poder.

Todos debemos ser guardianes de las autoridades autónomas, de las autoridades de diferentes naturalezas, especialmente, de las autoridades gubernamentales en los tres órdenes de gobierno, porque debemos tener la responsabilidad social de cuidar y vigilar los procesos electorales, y no debemos de olvidar que los motivos por los que fueron creados estos órganos, son por la pérdida de legitimidad social en las autoridades tradicionales. Los órganos autónomos están situados al mismo nivel de los poderes tradicionales del Estado, porque son los que guardan relaciones de coordinación y control. En conclusión, su presencia supone la separación de poderes y blindan el abuso del poder, de lo contrario sería un retroceso para nuestra democracia.

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