Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda

La palabra ansia suele utilizarse como referencia a una sensación de intenso deseo, un tanto como sinónimo de afán o anhelo. Digamos que el objeto de las ansias puede ser moralmente bueno, malo, justo, injusto, derecho o chueco y, en política, a veces peor, puede ser hasta perverso.
Cuando los deseos de la persona ansiosa no se ven materializados, cuando no los cumple como quiere y en el momento que quiere, pueden producirse sensaciones de congoja o inquietud, producto de la fatiga, física o mental, durante y después de la agitación que le produce la perspectiva de verse frustrada.
Una persona cuya ansiedad se le salga de control, denotará en su comportamiento angustia. Y ese es el momento más riesgoso, porque sus ánimos se mostrarán exaltados. En política, a diferencia de las artes, por ejemplo, la exaltación de los ánimos, la ansiedad porque los resultados que se esperan no parezcan poder cumplirse, invariablemente, es presagio de conflictos y enfrentamientos.
Visto así, en estos tiempos electorales y en víspera de los procesos internos para la selección de los candidatos de los partidos políticos, cobra mucho sentido el llamado de Jonathan Márquez, dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Morelos, a los priistas que ya alzaron la mano, implícita o explícitamente, para ser considerados, de que no coman ansias, que su proceso interno comenzará a mediados de diciembre, así que esperen, porque un paso en falso podría acarrear incluso multas por actos anticipados de campaña.
Pero más allá de las multas, que de suyo vendrían a mermar aún más las deterioradas finanzas del tricolor, producto de las muy descuidadas administraciones de los últimos diez años, parece que la lógica del joven dirigente partidista gira en torno al ya muy repetido escenario de confrontación, encono y división internas que vive el PRI, elección tras elección.
Los priistas ya saben muy bien que las divisiones internas los han desfavorecido y hecho electoralmente vulnerables. Tienen conciencia de que cada vez que salen divididos y enfrentados, pierden si no todo, sí mucho. Saben que las expectativas de triunfo, hasta de quienes pudieran ser sus mejores candidatas y candidatos, se ven afectadas por los rencores y las revanchas. Que no es difícil, sino todo lo contrario, resulta esperable que los frustrados no sólo no colaboren con el proyecto institucional, porque podrían, y seguramente lo harán, venderse, pactar políticamente, con sus adversarios. Encima de no tenerlos a favor, los tendrán jugando a la contra, ya sea púbicamente o de manera encubierta.
Ejemplos recientes de ello los hay en los casos de Juan Salgado Brito y Manuel Martínez Garrigós, que han hecho todo lo posible para pegarse a Andrés Manuel López Obrador, a fin de sobrevivir en la política, hacerse de cargos públicos e impulsar las carreras de sus incondicionales. Matías Nazario Morales, que optó por fundar su propio partido político, aliándose con desencantados de los regímenes anteriores. Y Amado Orihuela Trejo, a quien los mismos priistas acusan de haberse ofrecido para apuntalar la victoria de Cuauhtémoc Blanco, restándole a los pocos votos que de por sí traía consigo el PRI.
La lógica del llamado de Márquez apunta a evitar esos conflictos internos, que una vez más podrían socavar las aspiraciones y las posibilidades tricolores.

Y para iniciados
Ante el estado actual de las preferencias electorales, como lo muestran las encuestas, el PRI tiene muy escasas probabilidades de ganar. Si a ello le sumamos su tradicional división interna, Jonathan Márquez tiene ante sí un verdadero reto. Pero lo más grave que enfrenta es ese cerca de 50% de negativos, de posibles electores que más allá de no simpatizar con el PRI, manifiestan su repudio por el partido fundado por el general Calles. Puede que los priistas entiendan o no, que las estructuras partidarias les pueden dar para llevar a cabo las campañas, pero no les serán suficientes para lograr el triunfo.
Excelente fin de semana.
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