Gerardo Fernández Casanova//Mundomagazzine
El pasado sábado 1 de julio se conmemoró el quinto aniversario del triunfo electoral de la coalición Juntos Haremos Historia que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República. Más de un cuarto de millón de personas recibió el informe de lo realizado por el gobierno y le ratificó su apoyo agradecido y entusiasta.
En este artículo me voy a referir al desempeño gubernamental en materia económica, radicalmente diferente al modelo neoliberal aplicado en los últimos siete sexenios. Sólo como contexto es preciso recordar que al término de la guerra fría y la caída del mundo soviético, se aplicó mundialmente una política para provocar el sobreendeudamiento de las economías nacionales, con bajos intereses y todo tipo de incentivos (incluidos los magnicidios) para provocar su incapacidad de pago y la consecuente reestructuración por los organismos financieros internacionales, principalmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Por esta vía, sumada a las intervenciones políticas de la diplomacia imperialista de los Estados Unidos (USA), los estados nacionales se vieron forzados a la adopción de las reglas del Consenso de Washington caracterizadas por el adelgazamiento del papel del estado en la economía, la privatización de los recursos y la contención de los salarios, entre otras medidas contrarias a la soberanía y el bienestar de los pueblos. México cayó en el garlito del sobreendeudamiento con López Portillo y comenzó el rosario de reestructuraciones con su sucesor De la Madrid, para profundizarse y anclarse con Salinas y su Tratado de Libre Comercio, lo cual permaneció hasta Peña Nieto, independientemente de las siglas partidarias en el
gobierno; se registró la alternancia entre el PRI y el PAN, pero el modelo no varió.
López Obrador fue tildado como un “peligro para México” precisamente porque desde su Proyecto Alternativo de Nación postuló la liberación del país respecto del referido modelo, vistos los nefastos resultados generados. Por ello los fraudes electorales de 2006 y 2012, respaldados por la embajada de USA y los grandes capitales nacionales y extranjeros. En 2018 la magnitud del voto favorable alcanzó niveles que no dieron espacio al fraude y no quedó otro camino a sus adversarios que aplicarse a provocar el fracaso de la administración y descarrilar al nuevo gobierno, cosa que han intentado con especial enjundia y monumental fracaso.
El Presidente López Obrador ha venido desenredando la madeja con cautela de no romper la piñata a ojos cerrados, desfaciendo entuertos por la vía de la negociación, pero con medidas drásticas en el combate a la corrupción, la reducción del costo superfluo en el aparato gubernamental y el cobro de impuestos a los grandes contribuyentes, con el agregado de no acudir al crédito (ni externo ni interno). Esto ha permitido contar con un billón de pesos adicionales para proveer a los programas sociales de reducción de la pobreza, a la recuperación de las empresas estatales de la energía con vistas a la autosuficiencia y a una vigorosa obra pública.
Las pensiones para adultos mayores y discapacitados; las becas para estudiantes, los pagos para la reforestación y la producción agropecuaria y pesquera; el salario a los jóvenes aprendices y el pago a las madres solteras para que opten por la atención de sus hijos; los créditos a la palabra para pequeños empresarios, entre otros programas sociales significan, desde el punto de vista económico, la generación de una demanda interna que se refleja en beneficio del comercio y la industria
nacionales. A esto se agrega el incremento a los salarios mínimos por más de 87% en lo que va del sexenio y las venturosas remesas de los migrantes a sus familiares. Todo el modelo consiste en apoyar la economía desde abajo, desde el pueblo, confiriendo solidez al gigante económico, que antes tenía pies de barro. Hoy la economía ya se recuperó del tremendo golpe de la pandemia y crece de manera sostenida. Por cierto, el peso se cotizó ayer debajo de $17 por dólar.
Si a esto le llaman tiranía populista ¡Que me anoten en la lista!
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