PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Los gobernantes morelenses suelen enfrentar crisis de todo tipo. Algunas no pasan de ser confrontaciones mediatizadas que terminan resolviéndose con acuerdos políticos. Sólo recuerdo una tan profunda que terminó con la licencia del gobernador. La de Carillo Olea, tras ser evidenciada la relación de miembros de su gobierno con el crimen organizado.

Los miembros de los poderes en que se divide el gobierno local, salvo excepciones, concluyen sus encargos arrastrando una pésima imagen pública. Un tanto igual pasa con los gobiernos municipales. Y si bien el desgaste en el ejercicio de gobierno es inevitable, nos tocó ahora atestiguar la más severa de las crisis institucionales de que tengamos memoria.

El nombre del estado de Morelos traspasó fronteras por los cuestionamientos al apego a la legalidad, tanto en lo meramente local como en lo federal. Y la credibilidad de personas e instituciones está más en entredicho que nunca.

Unos cuantos traen una guerra por el control político y los recursos económicos que en nada ha ayudado a los morelenses en general, a cientos de miles de personas trabajadoras y decentes, que lo único que buscan es vivir en paz, ganarse el pan de manera honrada y sostener o mejorar su calidad de vida, de una forma honesta.

Las instituciones están mal, nos queda muy claro. La autodenominada cuarta transformación no ha acabado con los viejos vicios de la corrupción, el patrimonialismo, el nepotismo, la demagogia, el clientelismo y demás. De un lado, tenemos a un gobierno federal que se niega a ver lo evidente, cada vez más cuestionado por la ilegalidad de su proceder cotidiano. En el otro lado, a una camarilla que se niega a dejar el estado y se ha propuesto quedarse para seguir gobernando, cueste lo que cueste.

Una oposición partidaria desdibujada cuyas declaraciones a los medios suenan como a gritos en el desierto, incapaces de articularse con una sociedad civil cada vez más vapuleada, cansada y apática. Nos preguntamos ¿qué más hace falta para que los morelenses, más allá de darse cuenta de lo terribles que están las cosas, tomen cartas en el asunto?

Lo más estresante, si nos ponemos a analizar con seriedad y objetividad, es que todo apunta no a que ya se vaya a poner orden y se calmen los ánimos, sino todo lo contrario, se puede anticipar que lo peor apenas está por venir.

Para el futuro inmediato deberíamos poder contar, ya fuera mujer u hombre, pero con una opción que no tenga una carga de desprestigio asociada tan pesada como la que vemos hoy en los representantes de los poderes públicos.

Y para iniciados

Ulises Bravo Molina, el hermano del gobernador, Cuauhtémoc Blanco Bravo, se alzó ya como el dirigente de Morena en Morelos, por decisión de la cúpula de su partido a nivel nacional. Todavía falta ver si recibe un nuevo revés legalmente en los tribunales y si logra apaciguar los muy calientes ánimos de los grupos de morenistas inconformes. Además, quienes no concuerdan con él ya comenzaron a pensar a dónde podrían enfilar sus esfuerzos, sea en el frente opositor o a Movimiento Ciudadano, porque quietos o sometidos, no se quieren quedar.

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