LA LEY DE HERODES 
Por Miguel Ángel Isidro

Desde los albores de nuestra civilización, y probablemente como testigo preclaro de la misma, la prensa y el periodismo han sido elementos claves en el devenir y desarrollo histórico de las comunidades.

Una frase popular define a la prostitución como “el oficio más antiguo del mundo”, pero sin duda, quién acuñó esa idea terminó haciendo un ejercicio involuntario de periodismo: resumir en una idea simple y directa un hecho de la realidad social.

México es un país que cuenta con una sólida tradición periodística; y sin duda alguna, existen muchos hombres y mujeres que desde la trinchera periodística han contribuído a hacer de México un país más libre, democrático y pensante, por supuesto que, como en toda actividad, existen quienes representan la cara opuesta de la moneda.

En la actualidad, en los tiempos de la llamada “Cuarta Transformación”, el periodismo mexicano se encuentra en el centro de un airado debate, donde todos los días distintos actores políticos y sociales exponen su idea sobre lo que representa y no al “verdadero” periodismo.

De hecho, en el contexto internacional, el periodismo se encuentra en una etapa de profunda transformación.

El entronizamiento de las tecnologías digitales y la internet como las herramientas omnipotentes de la comunicación global han transformado dramáticamente los hábitos de consumo de las audiencias. Los medios tradicionales de comunicación como la radio, la televisión y sobre todo la prensa escrita -o más bien impresa- han ido perdiendo terreno a pasos agigantados ante las plataformas digitales.

En este escenario, es ineludible reconocer el papel protagónico que están ejerciendo las redes sociales en la construcción del nuevo discurso y protocolos de la comunicación de masas. Hasta hace poco, la atención de los grandes corporativos mediáticos estaba enfocada al uso de la internet como una herramienta para “jalar” o mantener a las audiencias cautivas a su oferta. Esto cambió dramáticamente en un corto periodo de tiempo, al grado que ahora vemos a las grandes cadenas mediáticas peleando de igual a igual con medios y proyectos independientes en el terreno de la generación de contenidos y la captación de adeptos, receptores y consumidores. Los medios tradicionales han entrado en crisis, principalmente porque el mercado publicitario se ha reconfigurado y ahora los anunciantes buscan un mayor impacto en el ciberespacio, por encima del supuesto “prestigio” y alcance de los medios tradicionales.

Volviendo al caso mexicano, habría que señalar que a pesar de la añeja tradición e historia que reviste al periodismo nacional, la verdadera competitividad en el terreno informativo lleva apenas unas cuantas décadas.

Durante los años posteriores a la Revolución Mexicana y durante los casi ochenta años del PRI como partido en el poder, la mayor parte de la prensa mexicana y la creciente industria de los medios de convirtió prácticamente en una extensión del poder centralizado en la Presidencia de la República. Ello fue posible merced al control de contenidos -la censura oficial, la cerrazón de las fuentes de información- y al siempre ambiguo manejo del dinero oficial encaminado sometimiento de la industria de medios a nivel nacional.

En México, la relación Prensa- Estado ha sido siempre perniciosa. Se sustenta, por un lado, en el interés del gobierno -de cualquier color o partido- en sostener su imagen ante la opinión pública y por otra parte, en el interés de la mayor parte de los empresarios de la industria de medios -editores, dueños, concesionarios- en dar rentabilidad al medio como negocio privado. Y en este contexto, el gobierno es el principal cliente para el grueso del aparato mediático mexicano.

Como en muchos lugares del mundo, en México, se requiere de una importante inversión de capital para crear o adquirir un medio de comunicación de alcance “nacional”. Los requerimientos técnicos, materiales y humanos necesarios para operar un periódico o revista, una estación de radio o televisora hacen de dicha industria un negocio sólo accesible para unos cuantos. Por supuesto que existen medios comunitarios o permisionados, pero esos se rigen bajo otros parámetros .

A nivel nacional, e incluso en el escenario de los distintas entidades y regiones del país, la industria de los medios es operada y controlada por un puñado de familias adineradas. Por supuesto que existen proyectos y medios independientes y cooperativas que con gran esfuerzo y dinamismo han logrado abrirse un espacio en este cerrado gremio, pero en términos generales, los grandes corporativos mediáticos mexicanos son operados por grupos empresariales unidos por lazos familiares o bien por sus relaciones con los círculos más altos del poder político. Y esto marca la pauta del elemento clave de la perniciosa relación Prensa- Estado: el manejo de la información como una mercancía.

¿Cómo han enfrentado los oligarcas de la industria mexicana de medios el advenimiento de las nuevas tecnologías y plataformas de comunicación?

Eso será motivo de una próxima entrega. Por lo pronto, cerramos la presente con una afirmación concreta: en México, la mayor parte de la industria de medios masivos de comunicación que actualmente conocemos, ha sido sostenida históricamente con el dinero del gobierno.

CONTINUARÁ…
Twitter:@miguelisidro

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