Por Marcos Pineda

Durante muchos años el ahora presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, criticó duramente a las televisoras, las radiodifusoras y a los medios de comunicación impresos. Ya en su mandato, una y otra vez arremetió contra las diferentes casas televisivas, sus dueños, sus empleados y sus comunicadores. Llegó incluso a calificarlos como parte de la mafia del poder y aseguró que, en no pocos casos, servían a perversos intereses económicos y políticos. La tensa e intensa relación del presidente, al menos con las televisoras nacionales, ha dado un giró dramático ahora que su gobierno necesita de ellas para llevar adelante su plan para el reinicio de las actividades escolares a distancia.

Pudieran ser varias las lecturas de este acercamiento y acuerdo con los representantes de las firmas, que pocos días antes eran consideradas como villanos en la película del escenario político, educativo y cultural del país. De ellas, vale destacar al menos tres.

La primera es que, dado que la cobertura nacional de las televisoras en su conjunto alcanza al 94% de la población, no tuvo otra opción, ante la carencia de un infraestructura estatal propia en telecomunicaciones, que resignarse a buscarlos y solicitar su apoyo por el bien de la salud pública, los educandos, los padres de familia, los trabajadores de la educación y, en general, por el bien de la Nación, revelando tácitamente que los números sobre la epidemia de COVID-19 no darán para un pronto regreso a las clases presenciales.

La segunda, es que apenas está cobrando conciencia del elevadísimo nivel problemático que representa la COVID-19 en nuestro país. En abril de este año, en una de las conferencias de prensa mañaneras, preguntaba al subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, si ya para el día 18 de ese mes, de abril, ya se podría regresar a las actividades normales, cuestionamiento que un muy nervioso Gatell contestó con que a la postre será un textual y anecdótico, “pues, más o menos”. Ya estamos en agosto y simplemente, los semáforos amarillos y verdes se siguen perfilando como distantes, para la mayoría de los estados de la República.

Finalmente, la tercera lectura, es que podría ya haberse dado cuenta López Obrador que a pesar de sus múltiples críticas, ataques, señalamientos, fundados o infundados, intencionados o no, tiene ante sí la oportunidad buscar a los actores sociales privados y reconciliarse con ellos, para lograr acuerdos y convenios en beneficio del pueblo de México en lo general, sin distinciones sobre si unos pertenecen a las élites o cúpulas económicas y otros a al pueblo pobre que pone en primer lugar, como eje de su estrategia de gobierno.

Para sacar adelante al país de la inédita crisis que estamos padeciendo resulta necesario reconciliarse con todos y apoyar todos, con un sentido de corresponsabilidad, evitando ahondar más las diferencias, los odios y los rencores. Ojalá que el presidente haya se hay dado cuenta de ello, ahora que con plan educativo cambió el rol de las televisoras de villanos a héroes en la escena nacional.

Para iniciados

Primera derrota de grueso calado para el equipo del español avecindado en Morelos, José Manuel Sanz Rivera, frente al ex operador de Javier Duarte, hoy preso y sentenciado ex gobernador de Veracruz y el hermano del ex ídolo futbolístico Cuauhtémoc Blanco. La renuncia del secretario de ahora ex secretario de Hacienda, Alejandro Villarreal Gasca y los señalamientos sobre la lucha por el poder y los recursos entre los cercanos al Cuau, confirman lo que es ya un secreto a voces: Cuauhtémoc es un fracaso como gobernador y su administración es un desastre en todos los sentidos.

Excelente martes.

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