Por Jorge Meade Ocaranza

En la mañana del 2015, después de la jornada electoral para renovar presidencias municipales y el Congreso Local, corrió la noticia.

El clima privilegiado de una ciudad que todos envidiaban en una época, referente en el mundo como sitio favorito de descanso, Cuernavaca sería gobernada por un extraño, sin residencia, sin arraigo, popular en el fútbol, una votación escasa pero mayoritaria dio el triunfo a Cuauhtémoc Blanco, que unas semanas antes jugaba en un equipo de fútbol en Puebla y un poco antes en Veracruz.

Nunca antes se le vio en las calles de la ciudad.

Los partidos y los candidatos se confiaron, no dieron cuenta del hartazgo de la ciudadanía por sus luchas internas y escasos resultados, -apoyado desde el centro del país enemigos del gobernador en turno sumaron su interés para proteger al ganador-, aunque no cumplía con los requisitos de ley, violo la Constitución y nada pasó; impugnaciones posteriores fueron atajadas para no resolver a tiempo, se encontró en la ley una justificación en la poca claridad de la residencia. Es ahí, que dio inicio una etapa, la peor que se conozca de deterioro, ineficacia, corrupción, inseguridad y muerte que vive Morelos, se engendró lo malo de lo peor en las estructuras de la administración.

La realidad amarga alcanzó a los habitantes de la ciudad; un periodo de justificaciones: «no me dejan trabajar; se robaron todo», huelgas de hambre, señalamientos y así se la llevó, sin resultados y un Ayuntamiento saqueado.

PES
El Cuau

Quienes contrataron a Cuauhtémoc Blanco lo denunciaron, lo desnudaron de cómo fue que llegó a Morelos, era muy tarde; los ciudadanos querían confiar en alguien, lo que al principio fue gracioso y curioso se volvió desastroso.

Los abogados la salvaron y justificaron en el papel lo que nunca podrán en los hechos: Cuauhtémoc nunca vivió en Cuernavaca, menos en Morelos y nunca cumplió los requisitos.

La sucesión presidencial y del Gobierno del Estado llegó pronto, a Cuauhtémoc. Le gustó el poder, su popularidad y quejas evitaron advertir sus malos resultados, corrupción y su manejador descubrió un negocio grande, los recursos del Estado; Cuauhtémoc ganó la gubernatura, su partido el PES pocos votos le dio, ni siquiera ganó Cuernavaca, se cobijó en la sombra de Lopez Obrador y MORENA, su campaña tampoco costó y la pagaron los impuestos de los habitantes de Cuernavaca.

Hoy, la realidad que muchos empiezan a dar cuenta y aceptar, lo ven en ya no solo una ciudad abandonada y deteriorada, ahora es un Estado sumido en un mayor rezago, saqueado en sus finanzas, sin obra pública sana, enfrentado a los presidentes municipales, en suma sin salida.

Poco le importa a Cuauhtémoc los pocos morelenses que estaban en su gabinete como Secretarios; los desechó. Al de Desarrollo Social y las Obras Públicas en manos de extraños, ahora a través del delegado de Bienestar Social, un pastor arrepentido y de un diputado federal arribista intentan repetir la historia.

Se pueden tener diferencias, pero hacer resurgir a Morelos es tarea de todos y sacar del Estado una legión de oportunistas que solo hace daño.

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