Gisela Mota Ocampo inició desde los 15 años su participación política en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) asumiendo cargos de dirección partidaria en su natal Temixco. Morelos.

Posteriormente a nivel estatal fue dirigente de jóvenes, abogada de profesión, por su destacada militancia y compromiso social y partidario ocupó la cartera de Formación Política en la Dirección Nacional de nuestro partido; fue diputada federal en la LXII Legislatura, realizando un trabajo incansable en favor de su estado y empeñada en apoyar a los sectores sociales más desfavorecidos de México.

Hoy, a un año de su partida, en el PRD la recordamos como una militante ejemplar y comprometida con su pueblo y con su país. Es un momento de reflexión acerca de la violencia generalizada que vivimos en México; pero nos alarma en particular la violencia que se cierne sobre las mujeres y específicamente la violencia política de género que vivimos.

Si bien hemos avanzado en nuestros derechos constitucionales en lo relativo a la paridad electoral, la misoginia y el machismo siguen siendo un grave obstáculo para la participación política de las mujeres. Hemos sabido por los medios de comunicación que en los últimos meses se ha pretendido destituir a alcaldesas indígenas, se agrede verbalmente o se pretende intimidar a legisladoras o funcionarias; y todo ello para impedir u obstaculizar el pleno ejercicio de sus derechos políticos como mujeres.

Por ello, hoy que recordamos con respeto y cariño a nuestra entrañable compañera Gisela Mota, en el PRD honramos su memoria con la exigencia al Estado Mexicano en su conjunto, de que se ponga un freno ya a la violencia de género y con ello a la violencia política; urge que la legislación incluya sanciones a quienes agredan a las mujeres por su condición de género en el ámbito político, las y los legisladores de este país deben garantizar el acceso de las mujeres a una participación política libre de violencia, porque una democracia solo lo es, si las mujeres podemos ejercer la política en libertad e igualdad, sin que la propia vida.

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