PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Desde que, en occidente, el pensamiento libre y crítico comenzó el análisis de las formas de
gobierno preponderantes en la edad media y en los inicios de la era industrial, ya no hubo reversa.
Los sistemas absolutistas, monárquicos y autoritarios fueron el foco de señalamientos. La
concentración del poder, su abuso y la falta de límites para el mismo dieron pie a una intensa y
profunda ola de propuestas para modificar en lo sustantivo el ejercicio de gobierno y las formas de
representación política.
El que un solo individuo, llamado rey o emperador, según el caso, tuviera las facultades para emitir
leyes a su antojo y conveniencia, fuera el responsable de arbitrar y decidir en los conflictos, es
decir, fuera el juez, y administrara los recursos del Estado, de acuerdo con su saber y entender,
dejó de ser una forma aceptable de gobierno. El primer paso fue acordar y promulgar una ley
general a la que tuviera que estar sometido incluso el monarca. Una Constitución. La forma de
poner límites al poder.
El segundo paso fue la recuperación del concepto de democracia, proveniente de la antigua
Grecia, aunado a la elección por voto de los representantes populares, junto con la división de
poderes y la garantía de los derechos civiles y políticos, como las libertades de pensamiento,
expresión y asociación que fueron bien recibidas y promovidas por todos los medios que se tenían
al alcance.
La imprenta facilitó la difusión de la corriente de pensamiento liberal y democrático. Los principios
y valores de las revoluciones en Francia e Inglaterra, la progresiva independencia de las colonias
en el mundo y la instauración de regímenes constitucionales se convirtió en el denominador
común. Con ello, sobrevino la idea del sufragio universal que, poco a poco, fue ganando terreno en
los diferentes sistemas políticos.
El tercer paso consistió en la creación de instituciones autónomas e independientes entre sí que,
por un lado, ejecutaran el mandato constitucional, fiscalizaran el uso de los recursos públicos y,
finalmente, garantizaran el cumplimiento del orden constitucional, además del respeto y la
inclusión de los grupos sociales minoritarios, que no por ser de menor peso dejan de tener
también derechos. Teóricamente todo estaba dispuesto ya para un mejor funcionamiento de la
democracia.
Pero ni todo ello junto ha podido contener el arribo de quienes, con argucias demagógicas,
manipulando las emociones, los sentimientos, las necesidades y las demandas de los pueblos
encuentran alguna manera de llegar al poder, escondiendo en el fondo su desprecio por la
legalidad, contra la que se lanzan, a fin de generar condiciones que les permitan mantenerlo y,
llegado el momento, heredarlo.
Son los nuevos autócratas, a los que llamamos autoritarios o dictadores. Se han valido de asumir la
representación del pueblo, pero para beneficio y permanencia de sus proyectos políticos e
ideologías. México y varios países de Latinoamérica y el mundo enfrentan de nuevo, en nuestros días, una andanada de esta naturaleza. Son los Castro, Chávez, Maduro, Ortega, Morales, Bolsonaro, Trump, Putin… los López… y siga usted contando, porque los hay de derechas y de izquierdas. Ahí están, toca al mundo, a la sociedad a la que desean someter, no quedarse impávida, sino dar la batalla para que la democracia no sucumba ante los intentos de restablecer los regímenes autoritarios ni la dictadura de las ideologías.


Y para iniciados
Toda una vergüenza el día de ayer. Una completa contradicción entre lo que dicen y lo que hacen.
Luego de que, en Palacio Nacional, Andrés Manuel López Obrador encabezó una reunión muy
cerrada a la que invitó a la élite de las mujeres de que forman parte de lo que él llama la cuarta
transformación -gobernadoras, legisladoras y funcionarias públicas- en las calles miles y miles de
mujeres protestaron por la falta de atención, capacidad y resultados del gobierno actual. En
Morelos, las mujeres fueron agredidas con el uso de gas lacrimógeno. Inaudito e inaceptable.
¿Qué podrá responder al respecto Cuauhtémoc Blanco? ¿Cómo va a justificar Ortiz Guarneros el
uso de gas pimienta? Claro, se van a quejar de unos cuantos vidrios rotos y magnificarán los daños
al patrimonio, pero por qué no atienden su grave problema de incapacidad institucional y
personal. Si cada vez son más las mujeres que protestan es por algo. En concreto, porque este
gobierno nada más no funciona.
La información es PODER!!!

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