PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Faltan ya solamente unos días para que se lleven a cabo las elecciones locales del Estado de México y Coahuila. Como suele suceder en los procesos electorales mexicanos, las especulaciones de toda índole sobrepasan en su alcance y difusión a los análisis serios y bien meditados.

Y las hay de todo tipo. Desde aquellas versiones que niegan, en sí mismas, la existencia de la propia democracia, de la voluntad soberana del pueblo para elegir a sus gobernantes, argumentando que ya está todo pactado por las élites del poder, y sólo es cuestión de que las maquinarias de partidos y gobierno hagan lo suyo para que el reparto del pastel se concrete. Y todo, por supuesto, con el visto bueno del presidente de la República, porque de otra manera no podría ser posible.

Hasta otras, que ven en estas dos elecciones escenarios de completa incertidumbre sobre sus resultados, pues con todo y encuestas, consideran que la decisión final dependerá del comportamiento de los electores el día de la votación y no de los aparatos partidarios, la propaganda o la compra de votos. Es el otro extremo, en el que se asigna la facultad decisoria a las grandes masas de maduros votantes, cuyas convicciones no se dejarían influenciar por agentes externos ni manipulaciones. En otras palabras, una especie de panacea democrática, en la que triunfa la voluntad del pueblo.

Enmedio de estos extremos se encuentra la versión de que, en la lucha por el poder, para estos dos casos en lo particular, confluyen tanto acuerdos, desacuerdos, estrategias e intereses tanto de las cúpulas como de los dirigentes de menor rango. Que cada uno está actuando, según le corresponda, para conseguir sus fines y no los del pueblo. Y que el resultado dependerá de quiénes logren convencer a su electorado de salir a votar el próximo domingo 4 de junio, ya sea que estén convencidos o comprados u obligados de algún modo.     

Sin embargo, de cualquier forma, los resultados generarán una impresión de profundo calado en el ánimo de los mexicanos. Si Morena gana ambas gubernaturas, sería la señal de un aparato invencible, capaz de remontar rupturas y traiciones. Estarían cantando desde ya la victoria para el 2024. Si pierden Coahuila y ganan el Estado de México, las alertas se encenderían porque se fortalecería la hipótesis de que Morena, dividido y sin alianzas, es un partido al que se le puede ganar en las presidenciales. No sería fácil, pero sí posible.

Y si llegara a perder Morena en ambos estados, escenario poco probable, pero al que la alianza opositora apuesta si Delfina Gómez sigue perdiendo puntos frente a Alejandra del Moral, se tomaría como la apertura de la histórica posibilidad de derrotar al régimen al través de una gran alianza partidaria que sepa capitalizar el descontento de las clases medias que hace cinco años entregaron su confianza a un proyecto que terminó decepcionándolas y hasta fustigándolas.

Por tanto, las elecciones de los estados de México y Coahuila estarán cargadas de un alto grado de simbolismo político. 

Y para iniciados

Un nuevo episodio de la feria de las traiciones se ha consumado. Alcaldes de diferentes partidos se pusieron la chaqueta guinda para brincar a Morena, de la mano de Ulises Bravo Molina, el medio hermano del gobernador, Cuauhtémoc Blanco Bravo. Todo un chaquetazo en público, pues. Tienen derecho a hacerlo, sí, pero eso no les quita lo traidores, lo convenencieros o lo miedosos, según el caso. Los ofrecimientos deben haber sido muchos y muy atractivos. Hasta ahí todo es color de rosa, o quizá guinda, pero podría convertirse en marrón cuando se den cuenta de que si algo ha caracterizado a los nuevos morenistas es que no cumplen sus compromisos. La buena noticia es que estos chapulines ya no podrán buscar la reelección y esas candidaturas quedarán libres, ya que las leyes electorales solamente permiten volver a postularse en el siguiente periodo por el partido o uno de los partidos por el cual hayan llegado a sus cargos. Pero la jugada está clara, siendo hoy alcaldes, manejando sus presupuestos locales, sus candidaturas a diputaciones locales estarían bien cobijadas económicamente. Claro, eso, si les cumplen. Algo que, como dijo Cleodomira la ciega, habría que ver.    

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