Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda

Hace ya por lo menos unas siete elecciones consecutivas que buena parte de los candidatos a puestos elección popular se han quejado de sus estructuras electorales. Esas redes coordinadas por líderes locales, de colonias y barrios, por profesores sindicalizados, por mujeres y hombres que hacen el trabajo de representar a los partidos políticos en las casillas electorales, promover el voto y, en no pocas ocasiones, distribuir las despensas, los apoyos económicos y la propaganda electoral, siendo su mayor utilidad práctica el lograr votos.
La queja mayor es que se han prostituido ya en grado superlativo. Se han vendido y sobrevendido. Se han viciado al grado de constituir en la actualidad un cúmulo de pequeños liderazgos mercenarios. Ya no son como antes, ya no funcionan como antes, pero siguen siendo las mismas. Entre los partidos y los políticos, los llamados “operadores electorales”, tienen bien identificados a los líderes que dicen tener control sobre ciertas cantidades de gente dispuesta a trabajar en las campañas, claro, siempre a cambio de apoyos económicos.
La legalidad o ilegalidad en la que desarrollan sus actividades ya es otro tema, que merece sus líneas aparte. Lo que me interesa en este momento es señalar por qué han dejado de ser un elemento clave para ganar las elecciones, sin que dejen de tener su papel, su importancia y su influencia, pero no más allá de lo que es verdaderamente real, comprobable y práctico.
Esas famosas estructuras han sido lideradas por las mismas personas a lo largo de varias décadas. Han sido los mismos integrantes, o casi, elección tras elección. En una están con un partido y la siguiente con otro. Sus resultados en el terreno electoral son, cada vez, más inciertos y costosos. No es raro escuchar a quienes siguen a los coordinadores de las estructuras, antes de las campañas, cuando preguntan a su líder: ¿y ahora con quién nos vamos a ir mi líder?
Y eso no es lo peor, sino que han llegado ya al cinismo de presupuestar cantidades millonarias por las que ofertan la famosa estructura a los candidatos en contienda. Pero no sólo a uno, sino a más. Llegando al grado de cambiarse de bando si le llegan al precio. Es decir, estructuras que se compran y se venden al mejor postor, aunque ya no sean garantía de nada. Han sido sobredimensionadas. ¿Y qué cree usted? Sí, muchas ocasiones candidatas y candidatos han pagado por el uso de esas estructuras.
En la época de la aplanadora priista se consideraba el pago de estructuras como una inversión necesaria para ganar. Hoy, es una apuesta arriesgada. Los antiguos operadores priistas, de quienes se han asesorado las nuevas generaciones de políticos, se quedaron con la idea de que con esas estructuras podrían ganar las contiendas. Y no resultó así. Esas estructuras de toda la vida, esos líderes locales de siempre han venido de derrota en derrota, elección tras elección. Su contribución en votos ya no supera al voto de las clases medias, que son las que han definido los triunfos en las urnas, y cuyo voto no está a la venta. Estadísticamente, ya no representan la clave para ganar, porque al final de cuentas, el día de la elección no funcionan como lo pintaron para venderse.
En torno a las estructuras electorales se crearon mitos. Que si el PRI tenía la mayor estructura electoral, a pesar de haber estado ya tres sexenios fuera del poder. Que si los líderes que se cambiaban del partido se llevaban sus estructuras, que si éste o aquel candidato ganó porque la estructura del otro terminó operando a su favor… No son más que parte del imaginario en las contiendas electorales y de los argumentos que utilizan quienes venden las estructuras para lograr que les paguen por ellas.
Los estudios poselectorales, o sea, los análisis estadísticos de lo que sucedió el día de la jornada electoral, muestran que las estructuras juegan un papel importante, sí, pero no definitivo. Son útiles, pero no son garantía.

Y para iniciados…
Los partidos políticos de nueva creación están todavía en la búsqueda de buenos perfiles para presentarlos como candidatos competitivos, con posibilidades reales de ganar las contiendas, sobre todo, en Cuernavaca. Se les ha complicado porque la misma oferta que hacen a unos se la exponen a otros. Y a la hora de barajar nombres en concreto resulta que son pocos quienes en verdad podrían dar la batalla y la sorpresa en las urnas. Hay dos nombres más de reconocidas personalidades que vamos a ver en las boletas electorales. Ya nada más es cuestión de tiempo para que se haga público que serán registrados. Se trata de Honorina Estrada Macedo, expresidenta de Coparmex en la entidad, ejemplo de superación personal y liderazgo empresarial. Y de Alfredo Salgado Salgado, muy reconocido contador y empresario, cuya amplia red de amistades ha ido sumando para cristalizar su participación electoral.
Excelente fin de semana.
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