PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

La cultura política mexicana tiene en su haber curiosidades que parecen inextinguibles, a pesar de la insistencia contraria, en el discurso de Andrés Manuel López Obrador. Una de ellas es la idea del tapado, o bien podríamos decir, el tapadismo. Para AMLO eso ya no existe, ya se acabó. Como la corrupción, que por decreto verbal del presidente ya no existe tampoco, aunque en la realidad, ambos siguen existiendo y manifestándose.

Por el momento, hablemos del tapadismo, que ayer puso de relieve el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo. Al ser entrevistado, aseveró literalmente que darán a conocer a sus tapados para las próximas candidaturas a puestos de elección popular, luego de que una diputada local, Ariadna Barrera, fuera ovacionada por algunos asistentes en la inauguración de una obra pública.

No es la primera ocasión en que afirma contar con nombres bajo reserva, pues ya antes manifestó que tiene dos propuestas para sucederlo en la gubernatura, un hombre y una mujer. O sea, desde entonces habló de sus tapados, sólo que ahora lo hizo explícito. Dijo, con todas sus letras, “tapados”.

El tema del tapadismo ha sido referido en múltiples obras, desde sencillos artículos de opinión hasta en profundos estudios sobre la historia y el desarrollo de la cultura política mexicana. Una muy recomendable fue publicada en el año 2004 por Larissa Adler y Rodrigo Salazar. Lleva por título Simbolismo y ritual en la política mexicana, en coedición entre la UNAM y Siglo XXI Editores.

En síntesis, la tradición del “tapado” viene desde la sucesión de Plutarco Elías Calles, quien designó como candidato a la presidencia a Pascual Ortiz Rubio, es decir, fue quien inauguró la facultad metaconstitucional o, si usted quiere, extralegal, del dedazo, que significa una decisión sobre quién encabezará una determinada candidatura y a la cual los miembros del partido deben someterse, acatar y apoyar. De entonces y hasta 1994, el tapadismo tuvo plena vigencia, aunque con ciertos matices de sexenio en sexenio.

Hoy, con todo y el discurso de López Obrador, acerca de que con su gobierno se acabaron los tapados, el tapadismo renace y cobra fuerza, aunque lo niegue, porque se sabe bien que él es quien toma la última decisión, al interior de Morena, de su partido político.

Que Cuauhtémoc Blanco contradiga al presidente no es novedad, menos para quienes estando cerca del gobernador lo han escuchado expresar pestes del primer mandatario. Lo llamativo es la ligereza con la que usó el término para decir que, llegado el momento, tiene a sus prospectos. Los llamó tapados, pues. Y una de dos, o no tiene la más mínima idea de lo que significa el tapadismo, lo que sería un franco reflejo de estulticia, o, sí lo sabe y no le importa ir contra una de las principales banderas políticas del presidente López Obrador.

Como sea, lo cierto es que esta declaración tendrá consecuencias entre los actores políticos. Los que han acordado con él que serán candidatos, seguro que brincan de alegría, pero los otros a quienes no han dicho nada, van a comenzar a moverse como chivos en cristalería, en un desesperado intento por ser tomados en cuenta. Lo de ayer fue una confirmación más de que ya se vive una campaña electoral adelantada, no sólo en lo nacional, sino también en lo local. Pero eso de los tapados, quién sabe si vaya a dar buenos resultados.

Y para iniciados

La elección del nuevo comité seccional del SNTE, bajo las reglas establecidas, será todo un acontecimiento y tendrá repercusiones en el ambiente electoral. Si una de las planillas logra el voto mayoritario de los trabajadores de la educación el sindicato podría recobrar el peso político que por mucho tiempo tuvo. Pero si el voto se atomiza, ni dentro del magisterio van a poder ponerse de acuerdo y formarán diversos grupos, que darán al traste con sus expectativas de participación electoral. Suenan fuerte Joel Sánchez Vélez y Felipe Castro Valdovinos. Veremos en estos días si los otros también dan color.

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