PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Las respuestas oficiales, tanto del presidente de la República como de los miembros de su gabinete, sobre la tragedia de Ciudad Juárez que hasta el momento ha cobrado la vida de 39 migrantes latinoamericanos y mantiene en vilo la de otros 16, ha puesto al descubierto varias mentiras más, con la que mantiene engañada la autodenominada cuarta transformación al pueblo mexicano y al mundo.

Encima, está todo lo que se ha sabido por los testimonios de las víctimas sobrevivientes, sus familiares y acompañantes en esta travesía de sufrimiento, violencia, abuso y muerte. Ya de por sí son bien sabidas las exposiciones al engaño, vejaciones o al robo, así como el riesgo de fallecer en el intento de cruzar las fronteras, a manos de los traficantes de personas, como para que se revelen las atrocidades que las autoridades cometen contra ellas y ellos.

El que presume de humanista, Andrés Manuel López Obrador, y Rosa Icela Rodríguez, su secretaria de Seguridad y disque Protección Ciudadana, han fracasado en su intento de evadir la responsabilidad del Estado mexicano en estos acontecimientos funestos, sin dejar de considerar lo que toca por sus funciones tanto al secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, al canciller, Marcelo Ebrard, que por acuerdo presidencial le fue delegada la responsabilidad de la problemática migratoria, a Francisco Garduño, titular del Instituto Nacional de Migración y a su delegado en Chihuahua, el contralmirante en retiro, Salvador González Guerrero.

Todos estos son los responsables institucionales, los representantes gubernamentales de alto rango, que muy lejos de enfrentar, dar la cara y pedir al menos perdón por lo que a cada uno le corresponde, formaron de facto una red de protección mutua, en la que se usa Rosa Icela como vocera del manto protector que se extiende sobre ellos.

Una vez más, porque en realidad nada ha cambiado respecto a la corrupción y la impunidad que prevalece en el gobierno mexicano, las baterías se enfocan a castigar a los funcionarios de menor rango y empleados que, mal hecho, pero acataron la orden de no abrir la puerta y dejar que los migrantes fallecieran entre las llamas y el humo. Los otros, los de arriba, no serán tocados ni molestados, porque ya ordenó el presidente que se les proteja. Que ya no se permite la corrupción y la impunidad es una absoluta mentira.

Y deje le comento otro argumento más. ¿Que ya no se permite la corrupción y la impunidad? Entonces, ¿por qué en el fonde esta terrorífica trama se encuentra involucrada una empresa de seguridad propiedad del cónsul honorario del dictador Daniel Ortega, de Nicaragua, Elías Gerardo Valdés Cabrera, quien ha sido beneficiario de contratos con el actual gobierno federal por alrededor de tres mil millones de pesos?

Y uno más, por si no le parece suficiente. López Obrador se comprometió con el gobierno de Estados Unidos a recibir a los migrantes deportados en albergues dentro del territorio mexicano hasta que se resuelva su situación legal. Pero, en lugar de albergues se instalaron lo que parecen cárceles plagadas de corrupción y abusos. Y si el presidente no sabía nada de esto, que no lo creo, ¿pues qué tipo de presidente tenemos? Por todos lados lo tienen engañado.    

Y para iniciados

López Obrador está contento porque siguieron sus instrucciones, como siempre, y de cuatro posiciones en el INE se quedaron con tres, incluida la presidencia del organismo. Su favorita no quedó, la fortuna no estuvo de su parte, pero la planeación y el juego de probabilidades sí terminó favoreciendo al régimen actual. Ahora bien, al margen de las trayectorias y experiencia de las y los nuevos consejeros electorales, muy pronto veremos de qué lado están, si del lado de la ley y la democracia, de la imparcialidad y la objetividad, de la certeza y la independencia, o llegaron ahí para estar al servicio del presidente y de su proyecto político. Como dice el texto bíblico: por sus frutos los conoceréis.   

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