PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Ha habido muchas señales explícitas, directas e incontables, del apoyo irrestricto que el presidente de la República ha brindado a los gobernadores afines a la autodenominada cuarta transformación, que él propuso, impuso y dirige.

Sin embargo, ningún caso tan especial, llamativo y polémico como el de un gobernador, que no emanó de su partido político, Morena, sino que se sumó en fechas recientes, en forma automática, debido a la reforma estatutaria de la marca guinda: Cuauhtémoc Blanco Bravo, quien llegó primero a la presidencia municipal de Cuernavaca, bajo las siglas del hoy extinto Partido Socialdemócrata (PSD) y que hasta pasado el proceso electoral del 2021 afirmaba formar parte de las filas del Partido Encuentro Social (PES).

En efecto, Blanco Bravo llegó al poder estatal por un partido diferente y hasta ideológicamente enfrentado con Morena. La extrema derecha y la izquierda a la mexicana en una misma boleta electoral, con un candidato que no pertenecía a ninguna de las dos. Eso se llama pragmatismo. Si uno busca en los escasos y muy breves discursos del mandatario local fundamentos que lo alineen con la ideología morenista, simplemente no se encontrarán.

Tampoco habrá activismo social, políticas públicas ni nada que pueda servir como sustento a la militancia política del exfutbolista. Se trata de puro y duro pragmatismo, es decir, lo que “El Cuauh” puede representar en términos de posibles votos en una determinada elección, por su fama, particularmente americanista.

La intervención de nuestra compañera Viri Arias en la mañanera del 27 de julio de 2023, sin duda a los morelenses debe llamarnos a una reflexión seria, profunda y objetiva. Debería ser así también para el propio presidente de la República, aunque tenemos pocas esperanzas de que eso pueda suceder, pues queda claro que el actual primer mandatario ha de pasar a la historia como el más intransigente, negado y autocomplaciente entre todos los que han usado la silla principal del Palacio Nacional.

Una sola ocasión, a principios de sexenio, López Obrador llamó la atención a Blanco desde la mañanera. Fue cuando le hicieron saber la distribución de cargos en el gobierno de Blanco, que incluía a familiares y amigos. El presidente le dijo que un gobierno no es un DIF que deba servir para apoyar a su familia y prometió revisar tal denuncia. Pero nunca pasó nada.

Luego, cuando Santiago Nieto, entonces titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, hizo públicos algunos hallazgos del llamado “caso primavera”, que involucra a gente muy cercana al gobernador de Morelos, López Obrador afirmó que no se había encontrado ningún delito que perseguir y con eso dio carpetazo al asunto. Apoyó al exfutbolista en forma rotunda y tajante.

Ahora que los resultados y las evaluaciones del gobierno de Cuauhtémoc Blanco contrastan y contradicen al propio discurso de López Obrador, no obstante, el cúmulo de evidencias y estadísticas que usted quiera presentar, el presidente refrenda su apoyo al gobernador, dice que lo ha hecho bien y traslada los temas de inseguridad, los económicos y demás al terreno de la política electoral.

Ahora sí, López Obrador dejó perplejos a propios y extraños. Ni los más recalcitrantes y verdaderos amlistas de Morelos alcanzan a entender por qué le ha dado un espaldarazo de esta envergadura.

Y para iniciados

La presentación del informe del Tracking Poll de Consulting & Research Estadística Aplicada, en asociación con Irradia Morelos y Media Video, correspondiente al mes de julio, incorpora ya los resultados de los efectos que han tenido en el ánimo de los posibles electores, las campañas que no son campañas, de quienes podrían ser candidatas o candidatos a la gubernatura de Morelos, tanto de Morena y sus aliados, como del bloque opositor. No se lo pierda. 

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