PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

“Político que no rompe acuerdos, no es político.” Así reza una de las máximas que escuché a los viejos lobos de mar. Al paso de los años lo he corroborado y, por lo que veo, nada ha cambiado. Las recientes declaraciones de algunos aspirantes a la gubernatura de Morelos abren de nuevo esa posibilidad.

También es común el amago, en los tiempos de negociaciones, a fin de orillar al aliado a tomarlos en cuenta y no perder la fortaleza que representa la suma de potencialidades. Hay quienes ven en los amagos recientes no más que reacomodos en la distribución de candidaturas que vendrán. Otros, sí perciben un ambiente propicio para la fragmentación, alimentado ya bien por desaciertos, egos o necedades.

Claudia Sheinbaum, ya designada como próxima candidata a la presidencia de la República, en su visita a Morelos, se dio cuenta de ello y mandó el mensaje claro y directo, consciente de que las preferencias electorales están a favor de su partido político, pero que las fracturas podrían poner en riesgo los resultados electorales. Dijo que solamente la desunión podría hacer que no obtuvieran el triunfo.

En otras palabras, Sheinbaum reconoció la posibilidad de la derrota si los morenistas y sus aliados se pelean entre sí. Luego del abucheo y la rechifla contra Ulises Bravo Molina que presenció en el municipio de Jiutepec, llamó, con énfasis, a la unidad, a no atacarse. Una de dos, o le habían contado una versión diferente sobre cómo han recibido los morenistas locales la imposición del hermano del gobernador, Cuauhtémoc Blanco, como dirigente estatal o ya intuía que tendrían que salir al paso de manifestaciones, sean espontáneas o armadas, de esa naturaleza.

Como sea, si en Morena no toman en serio los riesgos de ruptura hasta con sus aliados, si no llegan a acuerdos o si los que hagan los rompen, una vez más veríamos varios candidatos a gobernador, atomización del voto y derrotas en municipios y distritos, donde va a contar más quién sea el candidato o candidata que la campaña federal.

En estos momentos se antoja estadísticamente lejana la derrota de Morena en la elección de gobernador, pero eso podría cambiar, incluso en unas pocas semanas. Sin embargo, nada nos sorprende ya. Son las mismas historias repetidas. Lo inédito sería que lograran mantener unidas a las izquierdas de a deveras y a los que se dicen de izquierda, pero no lo son, rumbo al proceso electoral. Así, sí podrían cerrar el paso a la oposición. Pero mientras no lo logren, el riesgo de oposiciones fortalecidas, como el Frente por Morelos o Movimiento Ciudadano quitando votos al oficialismo guinda, es una posibilidad que deberían tomarse muy en serio.

Los más idealistas de la oposición se opondrán a recibir a quienes dejen a Morena, lo calificarán como incongruente. Sin embargo, los más pragmáticos se mostrarán gustosos de abrirle la puerta a quienes representan votos que, hoy por hoy, no tienen y no se ve manera de que puedan conseguirlos.

Y para iniciados:

Estaba cantado. La guerra sucia, las patadas bajo la mesa, tanta y tanta propaganda de unos contra otros, escondiendo la mano que lanza la piedra, deja claro que los llamados a la unidad de Claudia Sheinbaum, Mario Delgado y Ulises Bravo son como gritos en el desierto. Declaraciones y discursos que quedan en el vacío, porque la realidad es que pesan más los intereses personales que el proyecto del presidente, Andrés Manuel López Obrador, a quien aseguran seguir, pero que en los hechos sólo lo usan en beneficio propio.

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