Perspectiva

Por Marcos Pineda

Cuando se elabora un proyecto, cualquier tipo de proyecto, se comienza por definir y delimitar el tema y enseguida establecer claramente el o los objetivos a lograr. Ya a la par el armado de los medios y recursos que se utilizarán para alcanzar las metas. En el caso que nos ocupa, el gobierno del estado de Morelos y el de la capital morelense, coexisten y conviven. Llevan cabo sus labores cotidianas, pero parecen estar extraviados. Y no solamente estar extraviados en lo que les corresponde a sí mismos, sino también en lo que les atañe de manera conjunta.

Que ambos gobiernos nos digan que encontraron una situación caótica, arcas públicas devastadas, rapiña de sus antecesores y demás, no es novedad ni justificación válida. Sabían perfectamente lo que encontrarían a su llegada al poder. Lo mínimo que se esperaba de ellos era prepararse para enfrentar esa situación y dar resultados prontos, claros y efectivos. Hasta el momento, el gobierno de Cuauhtémoc Blanco (aunque digan que de facto gobiernan Flores y Sáez, él es el responsable final) no ha atinado a dar resultados, siguen con el discurso de campaña, que no fallarán, que meterán a la cárcel a Graco y su pandilla y que encontraron todo, digamos, patas para arriba. Antonio Villalobos, por su parte, no ha presentado más que nuevos nombramientos sin planes específicos ni diagnósticos situacionales. Ambos son gobiernos reactivos y no propositivos.

A este escenario debemos sumarle la animadversión política entre ambos personajes. No han sido capaces de poner por encima de sus preferencias e intereses personales, o de grupos, los de la sociedad morelense y de Cuernavaca. Siguen sin dialogar, sin sentarse a la mesa para dirimir los conflictos que tengan y trabajar en pro de la gente que habita Cuernavaca. Ambos carecen de “expertis” en la gestión gobierno y no muestran sensibilidad política. Los dos dicen que trabajarán para todos los ciudadanos y que no tienen problemas el uno con el otro, pero rehúyen un encuentro directo, se contraponen en sus discursos y se ausentan de los lugares donde el otro pudiera aparecer.

El encono y la falta de acuerdos entre, como les dicen el Cuau y el Lobito, nos lleva a una nada grata conclusión: estos dos gobiernos están extraviados, descoordinados. Hacia dónde caminan sólo ellos lo saben, porque al pueblo lo tienen contrariado.

Para iniciados
Sí hay una clara línea ideológica que define el rumbo y las acciones del gobierno federal, encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Y esa línea pasa por la lucha contra el conservadurismo, al que AMLO asocia con todos los males que ha padecido nuestro país en las últimas décadas, particularmente el de la corrupción. Si los gobiernos estatales tienen ojos, que vean.

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