PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Correcta, pero muy desafortunada la declaración del presidente, Andrés Manuel López Obrador, al considerar los períodos electorales como “tiempo de zopilotes”. También muy contradictoria, pues, por un lado, ensalza a la política como un “noble oficio”, aduciendo que el poder solamente tiene sentido si se usa para beneficio del pueblo y, por otro lado, la descalifica equiparando a los políticos que buscan cargos de elección popular con las aves carroñeras que menciona.

Mire usted. No me parece una mala analogía, todo lo contrario. Sin embargo, revela características nada plausibles con las cuales identificar a los políticos, como dice el mismo presidente, con honrosas excepciones. Vaya que les quedan y más en un país, sus regiones y sus comunidades, devastadas y saqueadas por generaciones y generaciones de políticos corruptos y patrimonialistas.

Las aves carroñeras son aquellas que se distinguen por alimentarse bien de carne en estado de descomposición o proveniente de animales heridos. Por esa forma de subsistir, aunque entre ellas existen variantes, como entre los políticos, ya que pocas son las que cazan a sus presas, las lleva a que la inmensa mayoría consuma los despojos que van dejando los depredadores, como lo hacen los políticos que se pelean entre ellos los cargos de menor rango.

Las aves carroñeras, como los políticos, han desarrollado, por su forma de vida, al través de sus instintos, una forma de ser astuta y oportunista. Con regularidad, se mantienen cerca o detrás de los depredadores que, en política, podrían ser los líderes más visibles, como el presidente de la República, los líderes de los partidos o los históricos miembros de las élites del poder, ya sean oficialistas o de la oposición, conservadores o progresistas de izquierda, neoliberales o socialistas, como sean, porque los hay de todo y en todos lados.

Eso da la oportunidad a las aves carroñeras de comerse los restos que dejen o, de plano, robarse la pequeña presa que haya sido herida o muerta, como hacen los políticos cuando se aprovechan de los líderes para quedarse con los cargos públicos de menor peso o las candidaturas que sobren. Así, reducen los riesgos y maximizan sus posibilidades de obtener para sí, a costa de la desgracia de un tercero.

Incluso hay aves carroñeras que pasan esperando mucho tiempo, como los zopilotes, a que un animal herido o enfermo caiga muerto para lanzarse sobre él, como aquellos políticos, o si usted quiere decirles como el presidente, politiqueros, que se la pasan tras el cargo público hasta que llega el momento en que pueden deleitarse de las sobras del poder.

La política y la administración pública no deberían ser así. Si fueran ejercicios profesionales y no de oportunismo nuestra realidad sería otra. Pero, lamentablemente el presidente tiene razón. Son tiempos de zopilotes, de aves carroñeras que están en busca de los suyo. Ojalá pudiera darse cuenta para que la transformación que encabeza fuera de verdad y no permitiera la proliferación de estos zopilotes.

Pero eso es muy difícil que suceda, pues él mismo, cual ave carroñera, aprovechó la caída del animal herido en que se había convertido el sistema político mexicano, de un gobierno en estado de putrefacción, corrompido, para llegar al poder. Lamentablemente, al llegar a la presidencia, a su alrededor, las aves carroñeras no sólo siguen igual, sino han incrementado su número y ferocidad.

Y para iniciados

Ojalá que hoy, o en cuanto se pueda, alguien pregunte al vicealmirante José Antonio Ortiz Guarneros por las víctimas colaterales de la ola de violencia que no cesa en la entidad. Este fin de semana, en Zacatepec, una mujer fue herida por las balas que fueron disparadas contra un conductor de mototaxi, a plena luz del día. Si responde que se trata de bandas del crimen organizado ya no sorprendería, pero qué va a sugerir ahora -como con las desapariciones, robos y asesinatos en la autopista- que ya no salgamos a la calle… ¿o qué?

La información es PODER!!!

Artículos Relacionados

Deja un comentario