PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Las escenas que hemos podido ver del impacto del Huracán Otis son francamente catastróficas. Nos han llegado mayormente sobre los daños en Acapulco, pero falta mucho por saber de lo acontecido en decenas de pequeñas comunidades donde golpeó con una fuerza nunca vista.

Afortunadamente, los guerrerenses y los mexicanos, somos un pueblo acostumbrado a las desgracias recurrentes. A salir al paso, caernos, perderlo todo o casi todo y volver a levantarnos. Todavía recuerdo las palabras de mi abuelo, quien vivió en la costa de Coyuca de Benítez, contando que después de un huracán había que volver a construir los techos de palma, si no es que mucho más.

Hemos padecido de todo, desde fenómenos naturales hasta gobiernos populistas, como el de hoy, o voraces corruptos que vivieron y, varios de ellos, siguen viviendo a costa de las desgracias de nuestra gente. Terremotos, magnicidios, masacres, pandemias, saqueo de nuestros impuestos, corrupción en las instituciones públicas, crimen organizado y siga usted contando.

Padecimos a Santa Anna, cuyo nombre completo me recuerda a varios de esos que han ocupado cargos públicos, aunque no con tanta desgracia como él. Se llamó Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón. Como diría mi querido amigo Hugo Calderón: ¡Ah jijo!

A punta de balazos, Porfirio Díaz, es decir, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, pacificó y desarrolló al país hasta que la revolución lo alcanzó. Supimos de un gran saqueo, hoy ya superado por mucho en los sexenios de los siguientes presidentes, bajo en mandato de López Portillo, o sea, José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco. Aunque nuestras desgracias no siempre tienen nombres largos y rimbombantes. Ahora se llaman “Otis” y “cuarta trasformación”.

Miles de personas están todavía hoy incomunicadas y los daños materiales se contarán en muchos millones de pesos. Y lo peor, nos estamos enterando de la pérdida de al menos 27 vidas humanas y cuatro desparecidas. Claro que Andrés Manuel no tiene la culpa de que se haya producido un Huracán de tal potencia, pero sí tiene su parte de responsabilidad al negarse a contribuir con la generación de energías limpias que frenen el cambio climático e insistir en sus proyectos que usan combustibles fósiles, como también tienen su parte de responsabilidad todos aquellos gobernantes que no hicieron caso a los científicos, quienes han estado advirtiendo por décadas que estas y otras desgracias se presentarán con mayor frecuencia… y no han elaborado planes preventivos.

Otis tomó por sorpresa a todos. Su relevancia es tal que logró sacar de la comodidad de Palacio Nacional a López Obrador. Funcionarios y gobernantes guardaron silencio. Ni Rosa Isela Rodríguez, la secretaria de Seguridad, ni el de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, atinaban a cómo dar respuesta a su jefe de qué hacer y cómo para abrir un camino por el que el mandatario pudiera llegar a Acapulco para, por primera vez, en cinco años, presentarse y solidarizarse con las víctimas de algo, en el lugar de los hechos.

Lo primero, por supuesto, es apoyar a las víctimas. Pero no hay que olvidarnos después, pedir cuentas a la bola de inútiles que desde antier y ayer, durante todo el día, como el presidente, por ejemplo, no sabían ni qué hacer. Ni el mensaje del presidente que, ante la falta de comunicaciones, se difundirá por perifoneo, lo tenían a la mano en su equipo de comunicación social. ¿Qué van a hacer para apoyan a los comerciantes y prestadores de servicios? Todavía no saben, no tienen nada planeado. De momento, se cuenta sólo con la promesa del presidente de que los van a apoyar.

Y para iniciados:

Dice Andrés Manuel que siempre sí llegó a Acapulco. A trancas y barrancas, de entrada, por salida, atascado en el lodo, de un trasporte a otro, a ratos a pie, pero llegó. Terrible que la mañanera se haya dedicado más a darle agradecimientos al presidente, por parte de la secretaria de seguridad y la gobernadora, Evelyn Salgado, y los paleros que asisten a la mañanera (esos sí son chayoteros) que a detallar las afectaciones. Hasta de una desgracia se aprovechan para apuntalar la popularidad de su mesías tropical. Toda una vergüenza política.

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