LA LEY DE HERODES
Evo Morales: La forma es fondo

Por Miguel Ángel Isidro

Habida cuenta de su tradición diplomática de no intervención y solidaridad internacional, México cuenta con una histórica reputación como una nación humanista en materia de política exterior.

A lo largo de su historia, nuestro país ha abierto sus puertas a naciones en desgracia. Generaciones de ciudadanos exiliados de su propia tierra por conflictos internos han recibido auxilio y cobijo en tierras mexicanas, donde han recibido no sólo resguardo, sino la posibilidad de iniciar una nueva vida.

Los exiliados de la Guerra Civil Española, las comunidades china, libanesa y judía; los perseguidos y desplazados por las dictaduras militares en distintas naciones del centro y sur del continente, los cubanos disidentes forman parte ya del mosaico multicultural y pluriétnico de la sociedad mexicana. En muchos casos, ciudadanos extranjeros han decidido sentar raíces en tierra mexicana y sus descendientes han contribuido al engrandecimiento de México con destacadas aportaciones en la ciencia, las artes, la cultura, el deporte y las humanidades. Instituciones tan prestigiadas como El Colegio de México han tenido su origen en la iniciativa de ciudadanos que recibieron asilo político en nuestro país y que en su momento decidieron retribuir desde su ámbito de actividad una muestra de agradecimiento a un país que les tendió la mano en momentos difíciles.

Por supuesto que el otorgamiento de asilo al depuesto presidente de Bolivia Evo Morales Ayma corresponde a éste espíritu.
El gobierno mexicano hizo lo correcto al brindar ayuda humanitaria a un líder político cuya vida estaba en peligro por la complicada situación política y social de su país. Juzgar los orígenes y circunstancias de la actual crisis boliviana no nos corresponde: es un asunto de los ciudadanos y las instituciones de ese país hermano.

La piedra angular de la política exterior mexicana es la denominada “Doctrina Estrada”: un conjunto de fundamentos legales, políticos y filosóficos acerca del principio de no intervención y respeto a la libre determinación de los pueblos. Su nombre fue tomado de su impulsor, Genaro Estrada, canciller mexicano durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio, y sintetiza los preceptos emanados de la norma constitucional y la lucha histórica por el reconocimiento a la nacionalidad mexicana, en equilibrio con el ideal de respeto y colaboración con el resto de las naciones. Fue publicada como decreto el 27 de septiembre de 1930, como base normativa de la Política Exterior de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

En términos de ésta doctrina, México plantea el respeto a la libre determinación de los pueblos y establece la no intervención como norma para defender nuestra soberanía nacional.

Aunque suena complicado, es muy simple de entender: terminada la Revolución Mexicana, los gobiernos mexicanos enfrentaron problemas para recibir reconocimiento internacional. El mundo estaba convulsionado tras la Primera Guerra Mundial y Europa se mantenía bajo la convulsión política y territorial que dio paso a la segunda; por ello hacía falta definir una postura institucional en materia diplomática.

México es un país que enfrentó tres siglos de ocupación colonialista y dos intervenciones extranjeras. Por ello el principio de política internacional representó en su momento una vanguardia: tratar a las demás naciones como deseamos que nos traten a nosotros. No intervengo en los asuntos internos de otra nación para que otras naciones no intervengan en los míos.

La Doctrina Estrada se opone al reconocimiento de un gobierno a otro. Desde ésta percepción, se considera denigrante que la prevalencia de un gobierno dependa de la aprobación de otros. Por ello México no emitía opiniones o declaraciones de reconocimiento a un gobierno o a la independencia de otro país; su postura se definía a través del retiro o asignación de su representación diplomática.

Por ello es que el episodio que actualmente se desarrolla en torno a la figura del boliviano Evo Morales es del claroscuros. México hace lo correcto al ofrecer asilo político a un dirigente en una situación excepcional. Pero de manera irresponsable, representantes del Estado Mexicano han emitido juicios de valor en torno al conflicto boliviano, situación que contradice el principio de no intervención.

También es cuestionable que se brinde el espacio y los recursos para que Evo Morales haga proselitismo político en territorio nacional. Una cosa es respetar su postura política; pero darle escenario y andarlo paseando como “rockstar” es contrario a la neutralidad que ha dado prestigio a nuestra política exterior. Claudia Sheimbaum hizo gala de oportunismo al otorgar al boliviano calidad de “Huésped Distinguido”. Funcionarios y representantes de Morena la 4T se han dado vuelo en declaraciones y redes sociales tratando de sacar raja del fenómeno político del momento.

Pero lo mismo aplica para otros personajes, principalmente del Partido Acción Nacional que han asumido un protagonismo tan ramplón como reprobable emitiendo calificativos sobre Evo Morales, Bolivia y su gobierno. Como villanas de telenovela de quinta categoría, se han puesto en el papel de llevar la contraria sin mayor argumentación; nomás por joder.

Veámoslo desde otra perspectiva. Supongamos que en 2024 se lleva a cabo la elección presidencial, dando triunfo marcado a un determinado partido y candidato -el que sea-. Sin embargo, una fuerza opositora -la que sea- se opone al resultado. Se interponen recursos legales y bajo la intervención de un agente externo como tercero en discordia-por ejemplo, la Organización de Estados Americanos, como en Bolivia- se emite una declaración señalando que hay muestras de fraude electoral.

Resultado de ello, se da un conflicto electoral y el candidato mexicano ganador acepta ir a una segunda vuelta electoral, pero en respuesta, el Ejército Mexicano emite una declaración desconociendo el resultado de la elección y pidiendo al Congreso que convoque a un nuevo proceso eleccionario. El candidato impugnado recibe ofrecimiento de otro país -el que sea- para recibir asilo político.

En un escenario de crisis, ¿nos gustaría a los mexicanos que otro gobierno valide o descalifique el resultado de un conflicto electoral? ¿Qué hubiera pasado si en 2006, un personaje como López Obrador, en lugar de autoproclamarse “presidente legítimo” de hubiera ido al extranjero alegando persecución política, y hubiese recibido respaldo de otro gobierno para hacer proselitismo?

En pocas palabras: es humanitario asilar a un líder político de un país en crisis, pero no es correcto darle trato de jefe de Estado ni otorgarle recursos y medios públicos para hacer proselitismo. Lo prudente es mantener mayor sobriedad ante los acontecimientos que se generan en un país hermano.

Lo ocurrido en Bolivia va más allá del golpe de Estado; es una crisis institucional y está en juego la prevalencia o derrocamiento de todo un sistema de gobierno y ejercicio del poder. No es cosa menor. Por eso mismo es un tema en el que nuestros Padrotes de la Patria, incluido el Presidente de la República, deberían mostrar más mesura y madurez política.

Y a los que lanzan diatribas contra Evo Morales calificándolo como “dictador”, deberían revisar sus posturas y actitudes en torno a temas locales. En nuestro propio país existen asuntos graves que merecen atención, y no podemos desperdiciar tiempo ni energías en conflictos que no nos competen.

El Estado Mexicano es un asunto superior a su gobierno, sea del partido que sea. Por ello merecemos representantes que entiendan lo elevado de esa misión.

Para pleitos, señoras, señores… con nuestra crisis de seguridad y economía estancada tenemos para dar y repartir. ¿Qué estamos haciendo al respecto, desde el ámbito que nos compete?

Es pregunta.

Twitter: @miguelisidro

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