Perspectiva Electoral
Por Marcos Pineda

Los estudios demoscópicos, es decir, las encuestas, tienen diversas utilidades, que van desde la búsqueda de sencillas, pero sólidas explicaciones de un determinado fenómeno hasta complejas experimentaciones matemáticas con fines científicos. Sus fundamentos en el método cuantitativo de investigación, junto con las innovaciones en las ciencias políticas y sociales en los últimos setenta años, las han hecho un muy útil instrumento para medir las percepciones subjetivas, que hace pocas décadas no se consideraban posibles de calcular y explicar. Por ejemplo, el amor, la amistad, la simpatía, el enojo, la frustración y demás emociones que hoy por hoy, sí son susceptibles de ser estudiadas con apego al método científico, con el mismo rigor que para cualquier ciencia, ya sea biología, física, zoología, ciencia política o sociología.
Los problemas que presentan las encuestas en el ámbito electoral no son atribuibles ni a la técnica ni al método, sino a la experticia y a la deontología.
Por un lado, la experticia porque no se trata solamente de hacer preguntas, recopilar resultados y obtener porcentajes. Eso lo puede hacer cualquier persona con conocimientos mínimos sobre el manejo de populares paquetes de cómputo como el Excel y no es garantía de nada, y menos si se hacen encuestas automatizadas en redes sociales, que carecen de un diseño muestral técnicamente correcto. La experticia se obtiene cuando se conoce a profundidad el método científico y las técnicas para la elaboración de los cuestionarios, así como el diseño de muestras representativas, sustentadas en la correcta aplicación de las fórmulas matemáticas necesarias para tales efectos. Por supuesto, que a toda esta parte técnica se suma la experiencia del investigador, del encuestador, y el manejo de paquetería especializada. En concreto, hay que distinguir bien entre los novatos aficionados y los profesionales cualificados.
Y, por otro lado, la parte deontológica es la aplicación de los principios éticos que corresponden al desempeño profesional del encuestador. Varios colegas, provenientes de otros países se han sorprendido mucho al ver que en México se han vertido innumerables críticas al proceder de algunos encuestadores, incluso con cierto renombre nacional. A diferencia de lo que sucede en los países con democracias consolidadas, donde es impensable que se modifiquen arbitrariamente los resultados de las encuestas, en México sí sucede. Por supuesto, esas encuestas fallan, por la sencilla razón de que faltan a la verdad. Lo que fallan no son las encuestas en sí mismas, sino los encuestadores.
En todo ello, hay políticos que han entendido muy bien la utilidad de las encuestas, al grado que, como el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, toman las decisiones estratégicas en el terreno electoral, basándose en sus resultados. Y hay otros políticos que tienen miedo y rechazan ser medidos estadísticamente. Y todavía más, cuando son medidos y no salen bien valorados, descalifican las encuestas. Ya se volvió una práctica común que el político que sale bien aplaude y cuando sale mal fustiga, en lugar de tomar la información para analizarla con seriedad y profundidad.
Voy a poner dos ejemplos al respecto, como los viví hace unos años. En la elección de gobernador del 2012 diversos medios de comunicación publicaron los resultados de mi encuesta, en la que Graco Ramírez, del PRD, llevaba una delantera porcentual importante sobre su más cercano competidor, Amado Orihuela, del PRI. En ese entonces, Jorge Messeguer defendió, también en medios de comunicación, los resultados de la encuesta. Habló del profesionalismo y la seriedad de Consulting & Research y de su servidor. A la mitad el sexenio, cuando Messeguer, ya como candidato a presidente municipal, vio que los números registrados en nuestras encuestas no le favorecían, ya se imagina usted que no hubo la defensa que tres años antes.
Otro político que puede dar testimonio de la utilidad de las encuestas es Guillermo del Valle Reyes. Cuando fue presidente del PRI, en el 2009, se propuso seleccionar a los candidatos a diputados y presidentes municipales mejor posicionados, con base en encuestas. Hicimos las encuestas para que el PRI las tomara en cuenta en la selección de sus candidatos. Por supuesto también, que varios de los que no fueron candidatos porque no eran los mejor posicionados, se quejaron amargamente y echaron pestes, rayos y centellas. Pero, qué cree, el PRI ganó 15 de los 18 distritos electorales locales y 23 de las 33 alcaldías. Casi carro completo, al grado que pude anticiparle a Del Valle que, dado que su partido rebasaría el máximo de 8% de sobrerrepresentación en el Congreso, no podría ser diputado plurinominal, a pesar de figurar en el número uno de dicha lista. Eso despertó su molestia, bastante airada, por cierto, pero irremediable y matemáticamente, así sucedió. Y tengo muchas otras anécdotas, estos son sólo un par de ejemplos.
En suma, hay quienes sí saben hacer encuestas y quienes no. Hay quienes son éticos a la hora de presentar resultados y quienes no. Y hay quienes sí quieren saber su realidad y quienes no, porque tienen miedo a las encuestas.
Y para iniciados…
Mañana tendremos resultados de la encuesta que llevamos a cabo este fin de semana. Puedo anticiparles, de momento, que Morena sigue cayendo en las preferencias electorales. Y, además, les presentaré también los resultados de una pregunta a propósito de la política y el ya cercano Día del Amor y la Amistad, relacionada con los aspirantes a ser candidatos a la “joya de la corona”, la presidencia municipal de Cuernavaca. La pregunta fue: ¿Quién de los aspirantes a presidente municipal cree usted que podría ser su mejor amigo?
Excelente mitad de semana.
La información es PODER!!!

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