Perspectiva, por Marcos Pineda.

Ahora que, con ánimos de protagonismo y formación de clientelas electorales, pululan supuestos expertos en derecho electoral y activistas en pro de reformas al sistema electoral mexicano, quiero dedicar algunas colaboraciones a conceptos básicos sobre la democracia contemporánea, sus fundamentos y principios, que deben ser por lo menos entendidos, a fin de que la discusión no sea simplemente una entelequia y pueda tener aportes sustantivos. La transición a la democracia es un concepto que fue acuñado en la Ciencia Política para estudiar a los regímenes políticos que no reunían las características completas para ser considerados como democracias, pero que transitaban por cambios y reformas que podrían llevarlos a alcanzar ese estatus.

Uno de los politólogos que trató con mayor profundidad el tema de los criterios para considerar a un régimen como democrático fue Roberth Dahl, cuya prolífica carrera incluye haber sido profesor de Ciencia Política de la Universidad de Yale y presidente de la Asociación Americana de Ciencia Política, destacando por haber aportado los elementos para el análisis de los sistemas políticos, que fueron retomados después por buena parte de los especialistas. Sin duda, Dahl construyó todo un paradigma.
Sin embargo, el profesor Dahl sostuvo un debate consigo mismo, después de que el concepto medular de la poliarquía, explicado en su obra más conocida entre los científicos sociales, no trascendiera como él pudiera haberlo esperado. Tuvo que conformarse con seguir debatiendo entre poliarquía, que era su propuesta teórica y democracia, que sigue siendo, desde la época de los griegos, el que seguimos usando, con todo y que argumentó en forma impecable sus diferencias y alcances.

Para Dahl, ya en sus últimos escritos, a finales de los ochenta y hasta su fallecimiento, la democracia es un ideal teórico que ningún país alcanza plenamente. En su libro Democracy and its Critics, de 1989, señala cinco criterios que debería cumplir: 1) Participación efectiva de los ciudadanos en igualdad de oportunidades. 2) Igualdad de voto, es decir, que los ciudadanos tengan la certeza de que sus opiniones son tenidas en cuenta tanto como las de los demás. 3) Comprensión informada, que consiste en que los ciudadanos tengan oportunidades amplias y equitativas de acceder a la información para tomar sus decisiones y decidir su voto. 4) El control de la agenda pública en manos de los ciudadanos y no de los grupos de poder, o sea, que el Demos, el pueblo, decida qué temas políticos son los que se someten a discusión y cuáles deben llevarse a votación. 5) Inclusividad, en otras palabras, la extensión de la equidad a todos los miembros del Estado, sin descalificar a priori los intereses diferentes a los de los grupos gobernantes o dominantes.

Continuaré con el tema después, no sin invitarlo a usted a que, de forma seria y objetiva, se pregunte si México y Morelos, cumplen con estos criterios, están en vías o han dejado de cumplirlos.

Y para iniciados

El Morelos del “aquí no pasa nada” no puede ser sostenible por más tiempo. Corruptelas, redes de transas y abusos que empañan a un gobierno tras otro, a un Congreso tras otro, a un Poder Judicial y sus miembros, cada vez más criticados, es decir, a un gobierno que por entero ha decepcionado, trátese del partido político que se trate, llegó al colmo. Ni con las evidencias en la mano, pues. ¿Será que por fin llegará el tiempo de los ciudadanos?

La información es PODER!!!

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