PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Ayer visitó Morelos la senadora panista Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz. No fue muy diferente de las presentaciones que ha hecho en otras entidades de la República. Al contrario, confirmó la forma en que desarrolla su estrategia para alcanzar la nominación opositora a la Presidencia.

Pocos son los que no concuerdan en que el fenómeno político en que se ha convertido Gálvez Ruiz se debe, en buena medida, a la promoción hecha de su nombre por Andrés Manuel López Obrador. Ser mencionada, fustigada, señalada por el presidente de México, múltiples veces en la mañanera, dio la oportunidad a la senadora de responder diariamente a través de las redes sociales y los medios de comunicación, llamando poderosamente los reflectores hacia su persona.

En algún momento anterior al enfrentamiento mediático que ha lanzado el presidente en su contra -que curiosamente resultó a su favor- desde que le negó el acceso a Palacio Nacional para ejercer su derecho de réplica, con todo y una orden judicial en la mano y hasta ahora, tras vaticinar AMLO que ella será la candidata del bloque opositor, Gálvez Ruiz no habría podido generar una convocatoria espontánea como la que estamos viendo en sus presentaciones públicas.

Cada uno de los dardos envenenados, disparados desde el salón tesorería por el primer mandatario contra Xóchitl Gálvez, muy lejos de debilitarla políticamente, de achicarla o herirla, han sido aprovechados por la hidalguense para mostrar la otra cara de lo que López Obrador llama “pueblo raso”. No el lado del pobre que permanece en la pobreza, tal como lo vivieron sus abuelos o padres y lo padecen las descendencias familiares, sino de aquel que, con base en la auténtica cultura del esfuerzo, se prepara en instituciones de educación pública, migra a los centros urbanos y con base en el trabajo duro, la iniciativa y la constante superación personal, logra salir adelante, abate la pobreza, cambia su vida y la de los suyos.

 Xóchitl Gálvez, de sesenta años de edad, no solamente viajaba diariamente de su natal Tepatepec a Mixquiahuala, pueblo donde se encontraba la escuela secundaria y vendía gelatinas en el mercado para costear sus estudios, sino que también vivió en un cuarto de azotea en Iztapalapa mientras estudiaba ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México, fue ascendiendo laboralmente y obtuvo becas que le permitieron continuar su formación profesional, hasta convertirse al inicio de los años noventa en una exitosa empresaria del ramo en el que ella se preparó: la ingeniería.

A diferencia de Andrés Manuel, quien en realidad nunca se ha dedicado a labores productivas ni ha emprendido nada más que campañas políticas, y que se ha burlado de los esfuerzos que hizo la hoy senadora para salir adelante, Xóchitl Gálvez sí ha tenido que trabajar duro y producir para ganarse lo que hoy tiene, incluido el respeto a su trayectoria, ingresando al servicio público hasta el año 2000. Y, de entonces para acá, ha seguido creciendo tanto en la política como en la iniciativa privada.

El fenómeno Xóchitl Gálvez va más allá de su postura firme, de sostener que no tiene miedo del presidente ni de ningún hombre. Está logrando convocar a las clases medias y altas que, en parte, se sienten identificadas con ella y a los segmentos populares que la ven como un ejemplo a seguir para superarse, para no permanecer en la pobreza a expensas de los programas sociales.

Y para iniciados

Los aspirantes locales de Morena a las candidaturas para el 2024 ya comenzaron a definirse por alguna de las corcholatas presidenciales. Si bien saben que si su corcholata preferida no gana la candidatura presidencial las posibilidades para ellos se reducirían sustancialmente, apuestan a ganar notoriedad y estar en condiciones de negociar o pactar, de vender su capital político para lo que les alcance. Pero parece que el único en tener orden en su estructura promocional es Marcelo Ebrard, quien ha encargado a David Jiménez González la operación estatal y en su equipo todos lo tienen claro. En cambio, entre los apoyadores de Claudia Sheinbaum Pardo y Adán Augusto López Hernández, pareciera que se están disputando la coordinación estatal, por su cuenta, y sin que nadie los autorice y ponga las cosas en claro, por lo menos hasta el momento.

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