La presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos tendrá que ser renovada en próximas fechas. Aunque se ha establecido todo un proceso para ello, parece ya estar definido que en noviembre será nombrada, para un nuevo periodo de cinco años, su actual titular María del Rosario Piedra Ibarra.
Conforme a la convocatoria expedida por el Senado de la República, el registro de aspirantes concluyó el pasado 15 de octubre y los nombres de quienes cumplen los requisitos para participar serán publicados, a más tardar el 21 de este mes tras la verificación por parte de las comisiones de Derechos Humanos y Justicia, de la cámara alta. Al día siguiente, se llevará a cabo un Parlamento Abierto que tiene por objeto recabar las opiniones de las organizaciones de derechos humanos que decidan participar. Dos días después, el 24, los aspirantes comparecerán públicamente ante las comisiones del Senado. Finalmente, los resultados de todo el proceso de consulta serán publicados el 8 de noviembre y se agendará en la orden del día del siguiente pleno senatorial un punto para proceder a la elección, por mayoría de votos.
El planteamiento formal definido por el Senado tiene la apariencia de ser incluyente y democrático. Pero en la realidad no lo es. Y, no solamente porque la mayoría de los votos con que cuenta el oficialismo garantiza que será elegida la persona que goce del respaldo de la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, sino por todas las demás evidencias sobre el proceder parlamentario de la actual Legislatura.
Más allá de que las oposiciones al interior del Congreso no tengan más que capacidad de señalamiento y crítica, en un ambiente donde no hay disposición para el diálogo y el acuerdo, sino sepan de antemano que las definiciones son decididas desde arriba y ratificadas por una leal mayoría de votos, no ha habido la voluntad de escuchar efectivamente y menos de tomar en cuenta para la construcción o modificación de las decisiones ni a la sociedad civil, organizada o no, ni a los movimientos sociales, en ningún tema de los que se han abordado.
Es cierto que varios de los antecesores de Rosario Piedra fueron cautelosos, por no decir timoratos o cobardes, a la hora de examinar y pronunciarse por las violaciones a los derechos humanos cometidas por diferentes agencias gubernamentales. De ella se esperaba, recién nombrada, siendo propuesta por Andrés Manuel López Obrador, una actitud y un desempeño acorde con el mandato constitucional, que incluso, en el artículo 105, faculta a la Comisión para presentar acciones de inconstitucionalidad contra leyes, federales y locales, que se estime vulneren los derechos humanos y sean incompatibles con la propia Constitución o con los Tratados Internacionales, firmados por México.
Piedra, ni de lejos llegó a hacer uso de ese mandato. Con su silencio, reclamado reiteradamente por las organizaciones civiles de derechos humanos que no se encuentran alineadas al régimen, hizo de la CNDH un elefante blanco, que desperdició las herramientas de la autonomía y la independencia, a la hora de cumplir con sus funciones, para convalidar o voltear hacia otro lado, a fin de quedar bien con el poder. Salvo que suceda algo extraordinario, y en lo personal yo esperaría que eso sucediera, en noviembre, Piedra Ibarra recibirá el premio al silencio cómplice.
Y para iniciados:
El ombusperson morelense, Raúl Israel Hernández Cruz, ha decidido participar, en busca de la presidencia de la CNDH. Sin duda alguna, su experiencia, capacidad, conocimiento y compromiso, demostrados a lo largo de cinco años al frente del órgano local y el análisis objetivo de los resultados que ha entregado, lo cualifican como el mejor perfil de entre los que se han inscrito. Sin embargo, irónicamente, en su contra juegan que él sí ha cumplido con las funciones que constitucionalmente tiene asignadas, no ha tenido miedo de enfrentarse jurídicamente con las instancias de poder y no ha callado ante las injusticias que se han producido a través de las violaciones a los derechos humanos durante su encargo. Contra pronóstico, pero esperemos que en el Senado el proceso de consulta y comparecencias no sean solamente parte de un show y, así, Raúl Israel pudiera ocupar esa alta responsabilidad.
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