PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

Las justificaciones de Andrés Manuel López Obrador y de Cuauhtémoc Blanco Bravo para declarar con ligereza, temerariamente y sin fundamentos sólidos sobre temas sensibles tienen mucho en común. Hemos escuchado de ellos expresiones del tipo “yo siempre lo he dicho”, “como siempre lo digo”, “mi pecho no es bodega”, “no me van a callar” y “yo no he visto pero me dijeron”, entre otras, que ocupan en forma regular. Los alcances y consecuencias de las manifestaciones públicas de los políticos dependen de diversas circunstancias de modo, tiempo y lugar. No es lo mismo cuando son opositores que cuando son gobierno, cuando están en campaña o ya ocupando un cargo, en una reunión informal o en un acto Oficial. Aunque, igual que los demás ciudadanos, su libertad de pensamiento y expresión debe ser respetada tal cual lo reconocen las leyes constitucionales y, además, están protegidos por el fuero y el poder que ostentan, no significa ello que cuenten con licencia para ser imprudentes o irracionales, y menos chismosos o mentirosos.

La principal herramienta de trabajo de un político es el lenguaje. Por ello, desde la más remota antigüedad se enseñaba oratoria a quienes aspiraban a incursionar en la vida pública, como una de las materias de estudio y dominio fundamentales. Su habla, su personal manera de comunicarse, ya imprime un sello propio a su proceder, tiene efectos y deja huella. Por cuanto hace al presidente de la República estamos acostumbrados a la repetición de sus dichos doctrinantes, repetidos incansablemente, tal como lo sugería Joseph Goebbels -el propagandista de Adolfo Hitler- a fin de convertirlos en verdades aceptadas por las mayorías. Y, coyunturalmente, a criticar o señalar a sus adversarios, según le convenga en cada momento, quiera dar o quitar apoyo y levantar polémica, fijar agenda. López Obrador igual se ha lanzado contra los republicanos estadounidenses que contra las organizaciones de la sociedad civil o los padres de familia que exigen medicamentos oncológicos para sus hijos enfermos de cáncer. En estos días, arremeter contra el gobierno peruano y negarse entregar la presidencia de la Alianza del Pacífico a ese gobierno, a cuya presidenta acusó de usurpadora, le ha valido ya una crisis diplomática en la que hasta opositores peruanos se han sumado a la defensa de su soberanía y tachado el mexicano de injerencista.
En cuanto a Blanco Bravo, el uso del lenguaje en su actividad cotidiana es muy reducido, podríamos decir, llevado al mínimo indispensable. Confiado más en sus publicaciones en redes sociales, en declaraciones a los periódicos deportivos y boletines de prensa que ensalzan lo que no dijo y presumen lo que no hizo. Las capacidades comunicativas del ex ídolo del fútbol, a la vista está, son mínimas. Dicho con apego a nuestro idioma, es verbalmente incompetente.

Sin embargo, sobre todo en lo que llamamos “entrevistas banqueteras”, suele generar polémica. No obstante, su limitado vocabulario es suficiente para calar hondo, provocar reacciones e incluso molestias. Lo más reciente fue el referirse, así como en calidad de chisme que le dijeron en algún pasillo, que en el Congreso local estaban comerciando con los nombramientos de magistrados, lo cual sería un delito, actos de corrupción que deberían ser investigados y sancionados. Soltó el chisme, pero no aporta pruebas ni presenta denuncias formales.

Andrés Manuel y Cuauhtémoc Blanco son muy parecidos en este sentido. Ambos se victimizan diciendo que hay quienes quieren desestabilizar a sus gobiernos, son imprudentes e irresponsables en sus declaraciones a los medios, al tiempo de que acusan a los demás de lo que sucede con ellos mismos.


Y para iniciados
Un nuevo torito para el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, a quien descubrieron la compra de un departamento de súper lujo que compró a una socia de una empresa proveedora de la SEDENA, en una tercera parte del valor de otras propiedades similares, nueve millones de pesos, cuando las otras rondan los 30 millones. Ni de broma, con su sueldo y prestaciones legales, podría haber adquirido una propiedad tan costosa. Ya sabemos que el presidente, si es que llega tocar el tema, dirá que no está enterado, pero si es así espetará que “¿Cuál es el problema?”, que no son iguales a los de antes y que en su gobierno ya no hay corrupción. ¿Usted cómo la ve?

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