Perspectiva Electoral

Por Marcos Pineda

El régimen hegemónico construido por las cúpulas políticas que, al mismo tiempo, brindó estabilidad política y aletargó el avance de la democracia en México, incluyó en el sistema a las organizaciones corporativas. Entre ellas a los sindicatos, que cobraron mucha fuerza dentro del sistema político y electoral.

El sistema estaba diseñado de tal forma que hacía imposible concebir a una organización sindical plenamente autónoma. Todas nacían y crecían, o en su caso se extinguían, bajo la sombra de un compromiso partidario. Aunque las leyes prohibieron la afiliación y el voto corporativo, reconociendo una contradicción entre estos y el ejercicio individual y libre de los derechos políticos, el sistema siguió engullendo a las organizaciones sindicales, perpetuando en las dirigencias a quienes les eran útiles y manejables. Sólo cuando un líder representaba un riesgo para el statu quo se le veía caer en desgracia o acinarse en la marginación política. Los líderes de los sindicatos llamados blancos, estaban al servicio del poder y no de los trabajadores.

Por supuesto, tal escenario era un caldo de cultivo perfecto para el crecimiento de la corrupción y el clientelismo electoral. Los sindicatos, si bien eran autónomos en su operación y finanzas internas, se debían a un proyecto político dictado desde las cúpulas, con quienes negociaban posiciones electorales y administrativas, haciendo inclusive cierto tipo de tradiciones sobre qué le tocaba a cada quién, según su capacidad de movilización electoral.

Así, los aliados consentidos del régimen eran la Central de Trabajadores de México (CTM), El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del estado (FSTSE). Con ello cubrían tres grandes, digamos sectores de trabajadores con gran capacidad de movilización electoral, adscritos a la iniciativa privada, el magisterio y la burocracia. La libertad y la democracia sindical eran solamente parte de un discurso justificador de una compleja maquinaria de simulación al servicio de los poderosos. 

Hoy, en el discurso oficial del presidente de la República, se dice que todo ha cambiado. Pero no es cierto. Y no nada más porque los sindicatos no han dejado de estar al servicio del poder, ni porque se les sigue percibiendo y siguen siendo utilizados como medio de control corporativo de voluntades políticas que deberían funcionar de manera individual, sino porque el compromiso partidario, que alguna vez fue estable, ahora es objeto de vaivenes, pero siempre con la tendencia de apoyar y ganarse los favores del régimen en turno, negociando candidaturas y puestos en el gobierno.

Los sindicatos siempre estuvieron presentes en los procesos electorales y en la conformación de nuevos partidos políticos, arreglándoselas para aparentar que no violaban las leyes electorales, y ya entrado el siglo XX, incursionaron en la creación de sus propios partidos políticos. Los casos de Nueva Alianza, Fuerza Social por México y Redes Sociales Progresistas y de sus líderes son claros ejemplos al respecto.

Nada ha cambiado, sólo el partido en el poder y algunas reglas que, como antes, igual servirán para aparentar que se ha revitalizado la democracia sindical y se respeta la libertad individual. Han salido de escena, del foco público, los liderazgos que se volvieron incómodos o inconvenientes, cediendo sus asientos a quienes, hoy por hoy, como los de antes, son aliados del régimen vigente, en un sistema político que no ha cambiado y sigue viendo en las corporaciones un medio ideal de manipulación electoral de grandes sectores poblacionales. Pero que ya no es tan eficiente como lo fue, dado que los electores se han dado cuenta que la soledad de la urna es su mejor arma contra el control corporativo de sus preferencias electorales.

Y para iniciados

Así es como Gabriela Bañón Estrada, líder del magisterio local, y pieza fundamental del agonizante partido Nueva Alianza en Morelos, está en pláticas para trabar una alianza que le permita, no necesariamente obtener una candidatura para sí misma, de preferencia plurinominal y con posibilidades reales de lograrse, sino que pudiera ser también para su hija, que en el camino quedó sin alcanzar el registro de un partido político local, bajo su mando. Puede ser que lo consiga, ya que ninguno de los nuevos partidos políticos legalmente puede hacer alianza con Morena y dos de ellos provienen de la esfera sindical y, por tanto, no representan obstáculo para concretar la alianza. 

Excelente martes.

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