PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

El 2023, como todos los anteriores años prelectorales, será de rompimientos y reagrupaciones. Los intereses personales se sobrepondrán a los colectivos. Así funciona la política y, por tanto, no hay que sorprenderse por la finalización de las lunas de miel, los acuerdos rotos, las traiciones y los cambios de bando.

En un símil con el ajedrez, mejor, debemos observar y analizar cómo y hacia dónde se mueven las piezas. El acomodo de los alfiles y caballos de batalla, cuántos y cuáles de los peones son puestos como señuelo, cual pueblo dispuesto a ser sacrificado para intentar una victoria mayor, siempre en defensa de su rey.

Asimismo, en algunos grupos se dan más movimientos que en otros. Y son precisamente en aquellos con más posibilidades de ganar en las contiendas electorales. Así como sucedió en la era hegemónica del PRI, cuando era más difícil ganar la candidatura que las elecciones, porque ya se sabía, por ser el partido aplanadora, que iban a obtener el triunfo, con más o menos mañas, pero lo lograrían.

En nuestros días eso mismo sucede con Morena, el partido político de Andrés Manuel López Obrador. Nada más recuérdese cómo fue que muchos, pero muchos de quienes se candidatearon por Morena en el 18 y el 21, obtuvieron la mayoría de los votos sin ser conocidos, sin hacer campaña e incluso hasta se dio el caso de un candidato que aun sin hacer campaña porque estaba preso, acusado de secuestro, homicidio y crimen organizado, ganó una presidencia municipal, sin mayor problema.

Un chiste al respecto circuló y no dudo volverá a ponerse de moda: Más menos decía que si pusieras un burro o un florero como candidato de Morena, también ganaría la elección. Nada de diferencia con el PRI de los setenta del siglo pasado. Y tampoco nada de diferencia en la manera de proceder de los personajes y grupos políticos, de entonces y ahora, trabando alianzas temporales para cerrar el paso a sus adversarios internos y lograr así sus objetivos personales.

Entendemos, pues, las guerras intestinas, las campañas sucias, la inyección y desvío de dineros públicos a fines electorales, como parte de una cultura y tradición política que heredó Morena de su antecesor, el PRI. Buena parte de los neomorenistas, es decir, no los fundadores de base, que fueron izquierdistas de a deveras, sino los que llegaron a ese partido al darse cuenta de que, en el tricolor, en el PRD o en algún otro partido ya no podrían seguir ocupando cargos públicos y no ganarían unas elecciones sin el cobijo de la figura de Andrés Manuel y el color guinda de su partido.

Si quisiéramos encontrar una explicación de cómo y por qué pasa todo esto debemos leer sobre la Realpolitik, es decir, la política realista, desde su primera concepción por Bismark y hasta El Príncipe de Maquievelo, y observar cómo ha sido usada pragmáticamente a lo largo de la historia. Esas son las realidades de la política, más allá de los discursos con que se engaña al pueblo.

Y para iniciados

Ahora que Lord Molécula, como se hace llamar Carlos Pozos, puso de relieve a Morelos en la mañanera de López Obrador, quien, por cierto, no se enganchó ni le siguió el juego, dejándolo muy mal parado, debo reconocer algo que ha sostenido el presidente: el pueblo sabe, la gente sabe quién es quién, quién tiene credibilidad y quién, como Lord Molécula, sólo da risa y pena ajena, pero que para creerle está… lo que sigue a difícil.

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