PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

El sistema de partidos políticos en el México contemporáneo está fuertemente influenciado por los antecedentes, orígenes, tradiciones y cultura política que aportaron las dos principales instituciones partidarias del siglo pasado: el Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN).

Lo que sucedió con el emergente Partido de la Revolución Democrática (PRD), heredero del priismo, pero cuyas contribuciones a la democratización del país son innegables, en sus figuras icónicas como Heberto Castillo Martínez, Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega y, de forma sobresaliente, Cuauhtémoc Lázaro Cárdenas Solórzano y Andrés Manuel López Obrador. Estos dos últimos, bajo las siglas del PRD, estuvieron cerca de vencer pacíficamente en las urnas a un sistema que se negó a entregar el poder presidencial.

El mismo sistema que atajó el camino a Manuel de Jesús Clouthier del Rincón (Maquío) y a Luis Donaldo Colosio Murrieta, ambos fallecidos prematuramente. Un sistema que ha sufrido cambios en las reglas electorales y en las instituciones responsables de organizar las elecciones, se han reducido las posibilidades del gobierno de utilizar el poder y los recursos del Estado para influir en las elecciones o cometer fraudes.

Sin embargo, la esencia del sistema político mexicano presidencialista y la cultura política que rige a los partidos en su vida interna siguen siendo las mismas. Respecto a la primera, incluso se ha exacerbado, aunque no ha podido convertirse en un todopoderoso, como lo fue en los sesenta y setenta del siglo pasado, pues las mismas instituciones que la oposición impulsó para poner límites al poder presidencial, hoy no han podido ser manipuladas o destruidas, por esos mismos que ayer las exigían y ahora reniegan de ellas.

Los partidos políticos en México nunca han funcionado como entidades de interés público, dirigidas en forma democrática por sus propios miembros, en igualdad de derechos y obligaciones. Los principales partidos se han influenciado de la cultura política priista o de la panista, pero no han generado una propia.

El PRI ha demostrado una y otra vez que si no tiene un dirigente que haga las veces de dueño del partido se pierde en las divisiones, los enfrentamientos e imposiciones. Esa función la desempeñó sexenalmente el presidente en turno, coludido con los eternos líderes de sus organizaciones corporativas. Y desde que Ernesto Zedillo declaró la llamada “sana distancia”, no se han podido recuperar. A pesar de que lo intentaron, por todos los medios, ni Roberto Madrazo Pintado ni Enrique Peña Nieto lo lograron. Y pinta para que Alejandro Moreno Cárdenas (Alito) tampoco lo consiga, ya que, otra vez, está envuelto en una trama de traiciones, enconos y revanchas.

En el PAN, generaron una tradición cupular y elitista. Una distribución de los cargos y los encargos basada en una especie de relevo generacional, pero que se parece más a un escalafón, al premio a la constancia, perseverancia y lealtad, pero entre ellos, lejanos al pueblo, a menos que se trate de tiempos de campaña.

Los demás, partidos satélite, carroñeros, familiares e incluso sectarios, como sean, que han logrado subsistir, tienen un dueño definido e inamovible. Siempre encuentran la manera de seguir dirigiéndolos desde sus inicios hasta su defunción política. PT, Partido Verde y Movimiento Ciudadano parecen funcionar más como negocios con un sistema de franquicias en los estados de la República.

Hay mucho más que se puede analizar, pero todo apunta a que la cultura política y la esencia del sistema de partidos sigue siendo la misma.

Y para iniciados

Magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Morelos, Jorge Gamboa Olea: Hoy por la mañana, a eso de las siete y veinte, una camioneta, al parecer Suburban, de modelo reciente, entró al estacionamiento de las instalaciones que usted administra, en la calle Leyva número 7, atrás del Palacio de Cortés. Tengo fotografía y testimonios al respecto. Llevaba los números de las placas cubiertos con una especie de cinta negra. Esto causó suspicacias y temor de los automovilistas y las personas que transitaban por ahí, porque no saben si se trata de algún delincuente o de un funcionario prepotente. ¿De qué se trata? ¿Quién es esa persona o funcionario que puede circular impunemente de esa manera por las calles de la ciudad? ¿Si no era funcionario o juez, cómo es que eso pasa y a qué iba a sus instalaciones? Y, José Luis Urióstegui y Alicia Vázquez Luna: ¿La policía vial de Cuernavaca qué onda? Andan bien feroces con los conductores en general, pero ¿y esta camioneta? ¿De qué privilegios estamos hablando? Por la tarde daré más detalles en la emisión vespertina.

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