PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

En el mismísimo arranque del proceso sucesorio al interior de Morena, al inicio del Consejo Nacional, se evidenció el primero de muchos conflictos por venir. La molestia de Claudia Sheinbaum por el recibimiento con “porra” a Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, expresada al presidente de la magna asamblea, Alfonso Durazo, lo puso al descubierto. Primero, según la quejosa, había un acuerdo previo para que las “corcholatas” evitaran llevar “porra”, mismo, ella dijo haber cumplido. Durazo, con una sonrisa nerviosa, negó a la aspirante presidencial su existencia. Segundo, lo que sí estaba prohibido era el uso de teléfonos móviles y, en general, cualquier aparato que pudiera grabar o tomar video. Pero, alguien capturó el momento preciso de la manifestación de inconformidad de la hasta hoy jefa de gobierno de la
Ciudad de México.

Por una parte, si a Sheinbaum le dieron su novatada con el tema de las “porras”, pues en la primera vez que se lanzó a las urnas para ser jefa delegacional no tuvo competidores reales por la postulación y se creyó que en su partido los acuerdos se cumplen y nadie juega chueco, es lo menos relevante. Pero, por otra parte, que haya habido una persona con celular en mano, cuya identidad y vínculos al interior de Morena no se ha dado a conocer hasta este momento, y que curiosamente estuvo en el lugar y tiempo precisos para documentar la queja que, finalmente, terminó haciéndose pública, llama mucho la atención.
Si analizamos un poco el hecho, difícilmente podría tratarse de una persona ajena al primer círculo del poder morenista o de las otras “corcholatas”, por la posición tan cercana a la mesa en que fueron recibidos los aspirantes por Durazo. Y también se antoja difícil que fuera gente de Alfonso Durazo quien filtrara una queja contra su propio jefe, y lo mismo para la gente de Ebrard o Monreal, que son los acusados. Ahora bien, a Noroña y a Velasco poco podría interesar que un desacuerdo entre los otros salga a la luz pública, porque para ellos no significa ni ventaja alguna ni reflectores que ayuden a su causa. Y, para Adán Augusto, no es conveniente que, en el remoto caso de que fuera ungido como sucesor del presidente, desde un inicio el proceso se viera empañado de algún modo.

Todo ello apunta, entonces, a una de dos posibilidades: la propia Claudia instruyó que se captara y luego filtrara el video o tienen por ahí a un topo interesado en desacreditar el proceso electivo. Además, a este inicio conflictivo se suma el cierre de filas contra las aspiraciones de la ex presidenta nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky Gurwitz, a quien simplemente le están respondiendo que llegó tarde, no fue convocada para participar y no procederá su intento por registrarse. Al margen de si la diputada tiene la popularidad suficiente como para competir, lo cierto es que, una vez más, queda claro que sólo pasan a la siguiente ronda quienes cuentan con el visto bueno de Andrés Manuel López Obrador. Así comienza el proceso interno de Morena y sus aliados, con desacuerdos e inconformidades. Y eso que apenas se trata del periodo de establecimiento de las reglas e inscripciones.

Y para iniciados
Una de las enseñanzas que han aprendido los morenistas de su líder máximo, el hoy presidente de la República, es utilizar la victimización como instrumento para ganar popularidad y aceptación. No es nada nuevo que haya campañas de este tipo ni entre los morenistas, ni entre los políticos en general. Lo raro sería que más allá del discurso presentaran denuncias, se hicieran investigaciones y se lograran sanciones. Lo que denuncia Lucy Meza es apenas una probadita de todo lo que estamos por ver en la contienda local, pero que no será de trascendencia mientras no haya en las mesas de las autoridades electorales los nombres, los datos y la documentación precisa. Eso sí, la senadora aportó una prueba más de que la contienda local, antes de iniciar formalmente, ya está contaminada por los mismos vicios de siempre.

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