PERSPECTIVA, por Marcos Pineda.

El ejemplo lo puso el presidente. Las reglas también, al margen de las leyes y las normas vigentes, porque las que valen para él son las suyas y son incuestionables. Si conservará o no el control de los procesos todavía es una incógnita. Sabedor de que lo suyo es estar en campaña no ha dejado de hacerlo. Eso sí, dio todo un giro a la forma de hacer política desde Palacio.

Lo sexenalmente usual era echar la culpa de todos los males a los anteriores gobiernos durante uno o dos años y luego presentar al pueblo los grandes logros de la administración en turno diciendo, claro, que todavía falta mucho por hacer. Eso sí cambió. Andrés Manuel López Obrador presenta como concluida la cuarta transformación del país, a los cinco minutos dice que está en marcha y poco después que todo es culpa de la herencia neoliberal, pero que se está avanzando en la dichosa transformación y trabajando, “como nunca, antes”, para cambiar lo que no ha podido resolver. Lleva casi cinco años haciendo lo mismo.

Ha logrado mantener su popularidad y la intención de voto mayoritaria a favor de su partido político, Morena, a costa de un ejercicio cotidiano de simulación y engaño. Eso muestra, una vez más en la historia, que el populismo como estrategia funciona, que las grandes masas de votantes sí son manipulables, mientras se les haga creer que no han sido manipuladas.

Él mismo declaró, en una mañanera, que la atención a los pobres es una estrategia para contar con su apoyo cuando se requiera. ¿Así, o quiere usted más cinismo? Esa estrategia no puede ser llamada más que como simulación y manipulación. Esa misma fórmula la llevó al terreno electoral para desviar la atención de los grandes problemas nacionales hacia las corcholatas presidenciales, ya inmersas en un proceso que aparenta ser la elección de un coordinador nacional para la defensa de la transformación, cuando en realidad se trata de la designación del próximo candidato o candidata de la alianza oficialista.

Eso es simulación. Y se supone que debería ser sancionado por las autoridades electorales. Pero está muy bien simulado el proceso. Se antoja difícil que podamos ver en el futuro cercano un castigo severo y ejemplar. Yéndonos al extremo, si en el fondo, López Obrador pretende generar una crisis rumbo a las elecciones del 2024, en la que tuviera que aparentar la imperiosa necesidad de su intervención para evitar una explosión social, va por muy buen rumbo.

Incluso, la alianza opositora ya cayó en el juego. Y llevará a cabo su proceso de simulación para designar a su candidato o candidata presidencial. Entendieron que esperarse a los tiempos legales dejaría todo el terreno libre al oficialismo lopezobradorista. No ven otra manera de hacerse notar, que seguir las reglas políticas, no legales, impuestas por el presidente. Que se basan, otra vez, en una pura y dura simulación.

Y esa simulación a nivel nacional ya aterrizó en los estados de la República en los que habrá relevo de gobernadores. La competencia prelectoral ya está en marcha. Nada de que va a comenzar hasta septiembre. Ya todos los aspirantes visibles a las candidaturas quedaron grabados diciendo que sí aspiran, de uno u otro modo, explícita o implícitamente. Y también se insertaron en la simulación.

Estamos presenciando, una vez más en la historia del país, como sucedió con el PRI y el PAN, la falta de respeto y apego a las leyes y la vulneración del Estado de derecho. Todo porque la simulación, como la corrupción, no se han desterrado de la política mexicana, sino todo lo contrario.

Y para iniciados

Muchos, pero muchos nos dimos cuenta de la utilización de recursos públicos por parte del gobierno de Morelos para impulsar y favorecer a quienes Cuauhtémoc Blanco prefiere para relevarlo en el cargo. Un hombre y una mujer. Como las autoridades electorales no tienen atribuciones para actuar de oficio en materia de procedimientos especiales sancionadores, hace falta que alguien con interés jurídico legítimo, interponga una denuncia bien fundamentada y estructurada, para que así se pudiera investigar y sancionar. La pura foto donde aparecen los alcaldes morenos y chapulines en Casa Morelos, con la que se promociona electoralmente a estos dos personajes, debería bastar para que se dictaran medidas cautelares y fueran llamados a cuentas los responsables. Pero estamos soñando si creemos que vayan a tener las agallas los partidos y los políticos para hacerlo. Ellos prefieren seguir el juego -otra vez- de la simulación, ocupados en ver qué agarran en las siguientes elecciones.

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